Estimad@s amig@s
Sinopsis
Como neurocirujano jubilado,
Henry
Marsh creyó saber lo que era estar enfermo, pero no estaba
preparado para recibir un diagnóstico de cáncer avanzado. Tras el impacto de la
noticia, el autor indaga en lo que sucede cuando alguien que se ha pasado todo
el tiempo luchando en primera línea ante la difusa frontera entre la vida y la
muerte, se encuentra de frente con lo que podría ser su propia sentencia final.
Esta nueva entrega de las memorias de Henry
Marsh, un neurocirujano humanista y solidario que sorprendió y
conmovió a los lectores de todo el mundo con ante
todo no hagas daño, no es tanto una meditación sobre la muerte
sino más bien una celebración de la vida y de todo aquello que de verdad
importa.
«Dos cosas llenan mi
ánimo de creciente admiración y respeto a
medida que pienso y profundizo en ellas:
el cielo estrellado sobre mí y la ley moral
dentro de mí»[i]
Henry Marsh
es un neurocirujano y escritor, al
final, asuntos de vida o muerte es el tercer libro de sus interesantes memorias.
A lo largo de sus paginas a veces parece que estás conversando con él en su consulta,
otras veces que estás escuchando a tu abuelo contándote como se siente
con su enfermedad y otras veces estás intentando aprender de un mentor.
Al
final, estamos ante un
libro con una gran carga humanista, que puede resultar duro por aquello de
afrontar una complicada enfermedad, pero que sin duda al igual que los dos anteriores
aporta una visión, unos valores, destila humanidad, ejemplaridad, ganas de vivir,
eso si con calidad de vida.
«Somos de la misma
materia de los sueños
y el sueño envuelve nuestra vida»[ii]
(…) hoy me doy cuenta de
que, aunque ya me había jubilado, seguía pensando como un médico: que las
enfermedades sólo les sobrevienen a los pacientes, no a los médicos (…)
Ya he alcanzado esa edad en
la que empieza a desagradarte verte retratado. En las fotografías siempre
parezco mucho mayor de cómo me siento, aunque cada año que pasa me resulta más
difícil levantarme por las mañanas y me canso más rápido que antes. A mis
pacientes les ocurría lo mismo: cuando yo les señalaba los signos del
envejecimiento en sus escáneres, protestaban diciendo que todavía se sentían
jóvenes. Aceptamos que con la edad llegan las arrugas, pero nos cuesta admitir
que nuestro interior, nuestro cerebro, está sujeto a cambios similares (…)
(…) ¿Cómo puedo estar
seguro de que soy la misma persona que ayer o que hace diez años?
(…) somos todos tan
sugestionables que los médicos debemos elegir las palabras con mucho cuidado.
Es muy fácil olvidar que los pacientes se aferran a cada palabra, a cada matiz
de lo que decimos (…)
(…) prepararme para lo peor me
permitía dejar de pensar en el problema y aguardar a ver qué pasaba (…)
Como médico, uno no puede
hacer su trabajo si es totalmente empático, si siente literalmente lo mismo que
su paciente. La empatía, al
igual que el ejercicio exige mucha energía, y es normal y natural evitarla. Lo
apropiado es poner límites a la compasión, pero sin dejar nunca de actuar con humanidad (…)
Un pecado mucho mayor que el
distanciamiento es la autocomplacencia (…) los médicos autocomplacientes (…) se
acostumbran a aceptar los malos resultados, dejan de intentar mejorar (…)
La manera más sencilla de
poner límites a la empatía y a la compasión consiste en dividir a la raza
humana en “nosotros y ellos”.
(…) los pacientes pocas
veces se atreven a decirles a sus médicos lo que piensan de ellos y de su
comportamiento, de ahí que los médicos nunca aprendamos a hablarles
correctamente (…)
Todos los cirujanos atraviesan
un periodo difícil al principio de sus carreras, cuando deben fingir ante sus
pacientes que son más experimentados y competentes de lo que los son en realidad;
pero quizás deberían haber dicho que los médicos en general, no bien llegan a
serlo, se ven obligados a fingir. No hay nada que asuste más a un paciente que
un medico asustado, y cuando eres un medico joven te alarmas con frecuencia, de
modo que debe ocultarle tus sentimientos al paciente (…)
Al principio de su carrera, un
cirujano tiene que exagerar su confianza en sí mismo, engañarse, para sentirse
capaz de abrir el cuerpo de otro humano. Porque si no acepta los casos difíciles,
¿Cómo mejorara su técnica? (…)
Los cirujanos hablan de las “noches
sin dormir” como una especie de código para referirse al estrés de su trabajo, que
a veces puede ser intenso (…) difícil conciliar el sueño la noche antes de una operación
difícil (…)
(…) cuando me convertí en
paciente, muchas veces me sentía demasiado impactado y confundido como para
preguntar lo que me depararía el futuro.
Me gusta la anestesia
general: no me infunde ninguna clase de temor y la considero milagrosa. Te apagas
como una bombilla y te despiertas más tarde envuelto en una agradable bruma de
sedantes.
(…) al igual que muchos
cirujanos jubilados (…) a estas alturas me enorgullezco más de los éxitos de
los cirujanos que he ayudado a formar que de todos los pacientes a los que he
tratado a la largo de los años (…)
«Los pacientes
quieren certezas,
pero los médicos sólo pueden trabajar con
incertidumbres»[iii]
Al
final, asuntos de vida o muerte
Link de interés
• La insensatez de los
necios. La lógica del engaño y el autoengaño en la vida humana
• Aprender
a morir para poder vivir
• Tiempo
de morir: Los últimos días de la vida de los monjes
• Cómo
acompañar a morir: Una guía práctica para doulas del final de la vida y
cuidadores
• La
enfermedad del olvido: El mal del Alzheimer y la persona
«La esperanza es una
de las medicinas más poderosas
con que contamos los médicos»[iv]
ABRAZOTES
[i] Immanuel Kant,
Crítica
a la razón práctica
[ii] William Shakespeare,
La
tempestad
[iii] Henry Marsh
[iv] Henry Marsh
No hay comentarios:
Publicar un comentario