Estimad@s amig@s
Sinopsis
¿Secretario
de san Ignacio?
¿Gobernante en la sombra? ¿Teólogo y divulgador en los inicios de la
espiritualidad ignaciana? ¿Quién fue? Formado en el seno de una
familia de pudientes comerciantes burgaleses y tras una seria formación en
París, Juan Alfonso de
Polanco decide ingresar en la Compañía de Jesús tras hacer los Ejercicios
Espirituales en Roma (1541) con el Jesuita Diego
Laínez; dejaba atrás un futuro prometedor como «scriptor apostolicus» en el Vaticano.
Sus cualidades y dones
naturales ofrecían un perfil muy adecuado para ser el perfecto secretario. Fue el hombre de confianza, «memoria y manos», de los tres primeros Generales de la Compañía de Jesús: Ignacio
de Loyola, Diego Laínez y Francisco
de Borja.
Pero Polanco fue más que un Secretario.
Uno de los silenciosos arquitectos de la nueva Orden que en 1540 había recibido
la aprobación del Papa Paulo III,
fue Asistente general y Vicario de la Orden; teólogo en Trento y profundo conocedor
de los Ejercicios Espirituales. Hombre de consejo, profesor y riguroso historiador
de los primeros años de la Compañía de
Jesús[i].
«prudencia
para escribir,
conveniente modo
de expresarlo
y diligencia para enviarlas»
Prólogo
Polanco es
un héroe callado, de los que mueven los hilos de la historia sin ser vistos, de
los que deciden cosas de importancia
desde un segundo plano (…) hombres discretos y leales. Sin ellos no hubiera
sido tan brillante y gloriosa la historia de numerosas personas e instituciones
(…)
(…) secretario de san Ignacio, “su memoria y manos”. De las
7.000 cartas de Ignacio, todas
(excepto las 175 primeras) se escribieron bajo la secretaría de Polanco, unas por comisión, otras por
colaboración estrecha (…)
(…) los que lo trataron,
empezando por san Ignacio, alabaron su
prudencia, humildad, fidelidad y honradez, su trabajo incansable, su cortesía
y su virtud (…)
Manuel
Revuelta González, S.J.
«
Si algo no puede faltar en un secretario
(…) es confianza y discreción »
Introducción
(…) amigo de la palabra; con ella tuvo que aprender a convivir, aprender a cuidarla, a manejarla
con prudencia y atención, con cariño, eficacia y equilibrio ¡qué difícil! Aprender a decir lo justo de la mejor
manera de las posibles. No quedarse
corto en comunicar lo que la otra parte necesita, pero, sobre todo, no
pasarse. Palabras. ¿Sólo palabras? Palabras que hay que escoger, pensar y ponderar, que organizar y ordenar, medir y saber pronunciar o escribir. Detrás de las palabras, siempre hay alguien que las elige
y sitúa en su sitio para que la palabra tenga su efecto. Palabra que anima, que
exhorta, que legisla y manda, que corrige o consuela, confirma o alienta,
clarifica y aconseja. Palabra que obra,
palabra que construye, palabra de arquitecto (…)
(…) dos años tardaba en
llegar una carta a la India (…) el éxito de la expansión de la Compañía de Jesús (…) eficacia, regularidad y seriedad
de la comunicación en el interior de la Compañía (…)
(…) en su sitio. Cuando
había que aconsejar aconsejaba; cuando tocaba corregir, corregía; si tocaba
mandar, mandaba y si había que reñir reñía (…)
«[si algo hay de bueno en el libro,
antes pensaré que será de otro y no mío]
y [si hubiese faltas sabrán a quién dar la
culpa]»[ii]
Detrás de los grandes
gobernantes siempre hay un segundo de a bordo este puede ser puede un secretario
como es el caso que nos ocupa hoy con Polanco,
mentor como sería el caso de Aristóteles
con Alejandro Magno,
o secretario de
cámara y del Consejo de Estado de Felipe II que fue el caso de Antonio
Pérez.
La persona que está en la sombra del líder debe tener una gran
talla humana, entrega, huella, impronta, carisma, etc. Fraguado en la humildad, hijo
de la obediencia y amigo de la servidumbre verdadera para saber estar sin
pretender destacar, siempre más
pronto a asumir la culpa que a proyectarla, con conocimientos, capacidades,
habilidades, don de gentes, amplia agenda, espíritu de sacrificio, gran energía para iniciar las empresas
arduas, gran constancia en continuarlas, gran prudencia en dirigirlas a su fin
(…), perseverante, abnegada, fiel, sistemática, dispuesto a renunciar al nombre propio ‘Compuesto en la Compañía de Jesús’.
Polanco fue el jesuita que permaneció más
tiempo en puestos de gobierno (…) secretario, asistente, historiador, escritor, legislador, vicario, admonitor
del general, teólogo de prestigio, profesor, administrador… todo ello bajo
el mando de los tres primeros generales de la compañía de Jesús, creo
humildemente que se puede aprender mucho de su figura.
«como
buen soldado de Cristo
deseaba morir con
las armas en la mano»
(…) capacidad para el puesto (…) “inteligencia clara, precisa, apta
tanto para el análisis cuanto para la síntesis, y hábil para captar
inmediatamente las implicaciones de una situación o de una doctrina,
prodigiosamente organizadora y bien estructurada […] con sólida formación
filosófica y teológica (…) pensamiento
(…) organizador, sólidamente estructurado (…) fuerte sistematización de las
facultades (…) notable claridad, precisión, método, capaz de largas atenciones
y profundas reflexiones, y capta rápidamente las conexiones de un caso, de una
situación, de un texto, apto tanto para el análisis como para la síntesis (…)
(…) la vital importancia de
una Secretaria General bien
organizada en una institución que se desarrolla de manera imparable y requería
ya formas y criterios profesionales. El cargo no solamente demandaba orden,
método, capacidad de trabajo, eficacia, habilidades políticas y disciplina,
también unas virtudes personales
tales como entrega, confianza, fidelidad, discreción obediencia, abnegación (…)
(…) desde cualquier rincón
del planeta donde un jesuita pisaba por vez primera encontramos una carta, una instrucción, una patente,
una recomendación… orientación, animo, corrección y aliento, reproche o mandato.
(…) fue un hombre de palabra y de palabras (…) su principal misión consistió
en gran medida en generar, favorecer, facilitar y mantener la comunicación (…)
(…) escribiendo organizaba, ordenaba,
sugería, alentaba, animaba, corregía, exhortaba. Contribuyo enormemente a generar en la Compañía una cultura manuscrita e
impresa, de letrados, de pobres pero instruidos (…)
(…) el confesor tenía que ser padre, juez y medico y, para
desarrollar con competencia y con provecho para “las animas” estas tres
facetas, el jesuita necesitaba estar
bien formado.
En los textos se refleja el estilo y pensamiento de Polanco. Claro,
directo, conciso, sin concesiones a la retórica (…)
(…) al secretario se le
recomendaba soledad y quietud en una cámara
apartada […] a la profesión de secretario conviene usar gravedad, honestidad y
modestia en toda acción (…)
(…) le toco desde los
comienzos fraguarse en la humildad.
“el secretario era hijo de la obediencia
y amigo de la servidumbre: ‘obedezca
pues el secretario, que esta es su parte, como la se su señor es el mandar’”
(…)
(…) Polanco decía de Ignacio:
“[posee] en un grado extraordinario ciertos dones naturales de Dios: gran energía para iniciar empresas arduas,
gran constancia en continuarlas y
gran prudencia en dirigirlas a su
fin (…)
«humildad verdadera para saber estar
sin
pretender destacar»
Link
de interés
«la
vocación de todo jesuita
[es
para discurrir]»
Recibid un cordial saludo