viernes, 6 de junio de 2025

Legado de gigantes: Un decálogo de valores medievales para nuestro tiempo

Estimad@s amig@s

Sinopsis

Con frecuencia buscamos en la Grecia y Roma clásicas enseñanzas para vivir el presente, olvidando que también la Edad Media tiene mucho que mostrarnos.

La Edad Media suele ser percibida como una etapa oscura e irracional, un estigma heredado del relato impuesto por el Renacimiento y la Ilustración.

Esta obra rompe con este mito, pero va más allá y propone una nueva alternativa: enfatizar los valores de esa sociedad que son más aprovechables para mejorar la nuestra, beneficiándonos del legado dejado por esos gigantes, algunos de ellos citados en esta obra: Agustín, Benito, Carlomagno, Hildegarda, Leonor de Aquitania, Bernardo, Abelardo, Tomás, Alfonso el Sabio, Giotto, Dante, Catalina de Siena, Christine de Pizán y tantos otros.

Jaume Aurell rescata las aportaciones fundamentales de este período histórico, y nos propone un decálogo de enseñanzas para nuestro tiempo. Valores como el hábito contemplativo, lo práctico de no ser práctico, el respeto por el misterio, la lealtad y la veracidad, la aspiración al heroísmo, la reforma sobre revolución, el aprecio por la tradición, el sentido lúdico de la existencia, el respeto por los clásicos o la cortesía en el trato son redescubiertos como pilares esenciales de nuestro presente.

Recuperar como propia una época como la medieval es también recuperar la autoestima por nuestro pasado y avanzar a hombros de gigantes.

 

«La vida es maestra en insinuar mucho más de lo que muestra»[i] 

«Lo esencial es invisible a los ojos»[ii]

 

Proemio

(…) la modernidad, en su objetiva grandeza, pero también en su utópica autogestión del progreso ilimitado, ha demonizado una época quizá más limitada en sus medios, pero mucho más realista en sus ideales, mucho más serena en su compenetración con los ritmos del tiempo y mucho más capaz de contemplar la belleza de la naturaleza sin intermediarios.

 

Cualquier persona que se acerque a este periodo histórico sin prejuicios intelectuales ni complejos modernistas encontrara miserias, como en cualquier otra época, pero también una síntesis admirable bella y original de los cinco sustratos étnicos, culturales y religiosos sobre los que se fundo Occidente: Jerusalén, Atenas, Roma, Germania y el cristianismo. Fruto de esta asimilación creativa y de un multiculturalismo del que tendríamos tanto que aprender, maduraron y se consolidaron muchos valores de nuestra civilización que hoy reconocemos como innegociables: la separación entre política y religión; la convicción de que la verdadera religión es la que puede dar razón de todos sus mandatos y prácticas; la consecuente pasión por la indagación humanista; la experimentación científica y la fascinación artística; la compatibilización de un sentido comunitario de la existencia junto con el reconocimiento de lo individual y lo subjetivo; un profundo sentido de la dignidad de cada persona; la creación de grandes espacios de orden surgidos por un amplio consenso y garantizados por el Estado; la convicción de que puede existir un derecho de alcance universal que esté por encima de cualquier privilegio, la construcción del estado del bienestar que cuide los más desfavorecidos (…) un innegociable sentido de lo estético, que es el mejor antídoto para la mediocridad y la superficialidad.

(…) se produjo un cortocircuito (…) lo medieval se empezó a considerar como algo espurio, marginal, grotesco, irracional (…) ajeno a los valores occidentales (…)

 

(...) si algo caracteriza a este periodo histórico es precisamente los extremos, donde todo se magnifica, y en contraste con nuestra época, la mediocridad no tiene cabida.

El Medievo (…) ha dejado una herencia de valores negativos y positivos simultáneamente, no hay épocas en esencia buenas o malas, sino una multitud de pequeñas acciones humanas que acaban configurando la idiosincrasia de un periodo (…)

 

(…) es preferible la actitud de aquellos que buscan aprender de la experiencia del pasado (…) que los que están obsesionados en juzgarlo, habitualmente para esquivar su propia responsabilidad (…)  

 

(…) el código feudal (…) dificultaba que se perpetrarán los desmanes que vamos cada día en las imágenes que llegan in situ de los frentes de guerra (…)

 

(…) la historia es una compleja realidad de idas y venidas, de claroscuros y altibajos, de desmanes y sublimidades, de héroes y villanos, más que una línea ascendente donde lo nuevo[iii] (…) es lo superior.

 

Como todo periodo histórico, la Edad Media entrañaba luces y sombras, aciertos y errores, avances y retrocesos, razones y sinrazones (…) herencias positivas y negativas. Todas las épocas tienen sus claroscuros. Son como la vida misma: ni de una claridad cegadora, ni de una oscuridad tenebrosa (…)

 

«Horas non numero nisi serenas»[iv]

 

“Somos enanos a hombros de gigantes. Podemos ver más y más lejos que ellos, no por la agudeza de nuestra vida ni por la altura de nuestro cuerpo, sino porque ellos nos aúpan por su gran altura”[v].

Ø  ¿Tenemos identificados los gigantes que nos ayudan para conseguir aumentar nuestro campo de visión a largo plazo?

 

¿Qué valores nos hemos dejado en el camino y debemos recuperar?

¿Qué podemos aprender de la Edad Media?

 

La historia se repite, y nosotros nos empeñamos en no leerla, estudiarla, comprenderla. Jaume Aurell en Legado de gigantes: un decálogo de valores medievales para nuestro tiempo escribe una obra para leer con perspectiva, despacio, entendiendo el entorno pasado y presente, sin olvidar que podemos cambiar y qué debemos de mantener si o si, para consolidar valores clave que a lo largo de la historia nos han acompañado.

 

«Nadie puede creer sino aquello

que ha comprendido previamente»[vi]

 

Hechura

(…) la Edad Media es una época muy extensa (…) desde la caída del Imperio romano hasta Carlomagno, desde Carlomagno hasta la peste negra, y desde la peste negra hasta el Renacimiento. Cada una de ellas tuvo tres colectivos (…) los monjes en la primera[vii] (…) los intelectuales en la segunda[viii] (…) y los mercaderes en la tercera[ix] (…) que constituyen la estructura básica para comprender el espíritu medieval.

(…) lo verdaderamente relevante es la época medieval no era el nivel adquisitivo (…) la función de un individuo realizaba en la sociedad; los monjes rezaban, los nobles luchaban, el intelectual razonaba, el artista creaba, el monarca mandaba, y el mercader generaba una actividad que desafío a todas las anteriores, sacando rendimiento a algo tan aparentemente improductivo como el valor añadido de las transacciones e incluso al dinero por el dinero (…)

 

(…) los aristócratas, y sobre todo los nuevos burgueses enriquecidos por el desarrollo del comercio (los nuevos ricos de aquel periodo), empezaron a preocuparse por la formación cultural, intelectual y profesional de sus hijos, y por ello solían acudir a los centros educativos desarrollados alrededor de las catedrales (…) algunos obispos decidieron organizar centros especializados de conocimiento para estudiar las disciplinas de teología, derecho y medicina. Así fue como surgieron las primeras universidades, plenamente eclesiásticas y con una aspiración al saber universal (…)

 

Cuánto tenemos que aprender de esta sabiduría medieval en nuestro mundo tan sanamente obsesionado por la sostenibilidad y la ecología, pero que a veces no sabe dar con la tecla adecuada (…)

 

Ruptura

(…) algunos de los valores fundamentales de la época medieval personificados en el cosmopolitismo de Pablo, el racionalismo teológico de Agustín, la contemplación de Benito, el misticismo de Bernardo, la lógica de Abelardo, el polimatismo de Hildegarda, la racionalidad jurídica de Graciano, la caballerosidad del Mio Cid, el arte sublime de Giotto, la poesía clásica de Dante y las ideas feministas de Christine de Pizan (…)

 

Rehabilitación[x]

La paciencia y el buen hacer (…) la mejor imagen (…) del espíritu contemplativo medieval (…)

 

(…) el marco medieval promovía una filosofía que privilegiaba al ser sobre el parecer y la reflexión sobre la acción, y esto contribuía a una mayor claridad en los mensajes y una mayor determinación en las actualizaciones.

 

En la época de la posverdad y las deslealtades, parece más necesario que nunca intentar rastrear los orígenes de nuestras sociedades para ver si podemos aprender algo que nos pueda devolver una parte de su sentido común (…)

 

Se ha desacreditado a la Edad Media, con una cierta razón, por su tozuda apuesta por el tradicionalismo (…) las sociedades deben armonizar su sentido de continuidad con el de la innovación para poder avanzar (…)

 

Nos queda mucho que aprender de la mentalidad lúdica de la Edad Media (…) los modernos nos lo tomamos todo demasiado en serio, y nos cuesta entrar en esta lógica de la vida como juego (…)

 

«En última instancia,

 no son los hechos los que nos convierten en lo que somos,

sino las historias que nos han contado y las historias que creemos»[xi]

 

Legado de gigantes

Un decálogo de valores medievales para nuestro tiempo

Jaume Aurell

ROSAMERÓN

 

Link de interés

No digas nada "Una historia real de crimen y memoria en Irlanda del Norte"

Conexión monástica

La utilidad de lo inútil: Manifiesto

• El encuentro de cuatro imperios: El management de españoles, aztecas, incas y mayas

• Egipto: Escuela de directivos

Roma: Escuela de directivos

Livia: La mujer más poderosa de Roma

Roma: Estrategia de un Imperio

De sabios y reyes: Lecciones de la historia clásica para Empresas Familiares

 

«Todo lo que no es tradición

es plagio»[xii]

 

ABRAZOTES


[i] Carmen Martín Gaite

[ii] Antoine de Saint-Exupéry

[iii] Ese es el origen etimológico de la palabra “moderno”.

[iv] “Yo solo cuento las horas serenas”

[v] Bernardo de Chartres

[vi] Abelardo, la historia de mis desgracias

[vii] Benito de Nursia

Pp., 55 (…) fue testigo directo de un mundo que se desmoronaba y al que había que encontrar una alternativa viable (…) diseñar un centro espiritual e intelectual ―La abadía de Montecasino― que funcionara como antídoto a la dispersión política y el caos provocado por la desmembración del imperio romano y las incursiones de los pueblos germánicos e islámicos.

Los monasterios benedictinos (…) constituían faros religiosos y culturales fijos y sedentarios en un mundo cuyo subsuelo se conmovía. Los monjes que los habitaban no solo ha llevar una vida austera y contemplativa, sino tambien a permanecer en los mismos monasterios durante toda su vida (…) fueron capaces de presentar un modelo plausible de eficaz sedentarismo (…)  sus abadías constituían verdaderos centros neurálgicos de actividad religiosa, cultural y económica, alrededor de los cuales se constituían comunidades rurales estables (…) detuvieron la descomposición cultural, el descuartizamiento administrativo y la descentralización política que amenazaba con perder la tradición recibida.

[viii] Pedro Abelardo

Pp., 63 (…) considerado por muchos como el primer intelectual tal como lo concebimos hoy. Abandono el oficio de armas para abrazar la regla benedictina (…) uno de los grandes promotores y genios de la lógica, una de las disciplinas clave de la Edad Media, que conecto posteriormente con la investigación científica moderna y la filosofía analítica anglosajona contemporánea (…) más creativo que compilador. Concibió la especulación teológica según el modelo clásico griego (…)

 

El método de los nuevos escolásticos ya no era únicamente la exégesis bíblica, sino la quaestio (la pregunta) […] el problema que se plantea al lector a la hora de afrontar las palabras de la Escritura y de la Tradición.

[ix] Marco Polo

[x] “Despacito y buena letra; el hacer las cosas bien importa más el hacerlas”, Antonio Machado

[xi] Robert A. Rosenstone

[xii] Eugeni d`Ors

No hay comentarios: