Estimad@s amig@s
Sinopsis
A ningún dictador le bastan
el miedo y la violencia para gobernar: estas estrategias pueden resultar
indispensables para alcanzar el poder e incluso para mantenerlo durante un
tiempo, pero no suelen ser efectivas a largo plazo. La paradoja del dictador moderno
es que debe crear la ilusión del respaldo popular, pues sólo un tirano cuyo
gobierno es capaz de inspirar idolatría en el pueblo conseguirá perpetuarse. En
Dictadores, Frank
Dikötter examina ocho de los cultos a la personalidad más efectivos del
siglo XX: aquellos que, mediante estrategias que van desde los desfiles
militares coreografiados al detalle hasta el establecimiento de una férrea
censura, fueron plenamente conscientes de la imagen que querían proyectar y
fomentar. Este penetrante y oportuno ensayo analiza cómo se funda, afianza y
perpetúa el culto a la personalidad, ayudándonos a identificarlo en algunos
líderes mundiales de la actualidad y situándolo donde pertenece, en el corazón
de la tiranía.
«(…) es mucho más
seguro ser temido que amado (…)»[i]
Prefacio
(…) ‘El Estado soy yo’[ii].
Luis XIV entendía que sólo estaba obligado a responder ante Dios. Era un
monarca absoluto, que a lo largo de más de setenta años se valió de su poder
autocrático para debilitar a la nobleza, centralizar el Estado y ampliar el
territorio de su país por la fuerza de las armas. Además, se presentaba a sí
mismo como un Rey Sol infalible a cuyo alrededor giraba todo lo demás. Adoptó
las medidas necesarias para que todo el mundo lo glorificase. Aparecieron
medallas, pinturas, bustos, estatuas, obeliscos y arcos de triunfo por todo el
reino. Poetas, filósofos e historiadores oficiales celebraban sus victorias y
elogiaban su omnisciencia y omnipotencia (…)
(…) el poder que se
alcanzaba mediante la violencia se sostenía también mediante la violencia. No
obstante, ésta puede ser un instrumento muy burdo. El dictador necesita fuerzas
militares, policía secreta, guardia pretoriana, espías, informadores,
interrogadores, torturadores. Aunque lo mejor es aparentar que la coerción es
en realidad consentimiento. El dictador tiene que infundir miedo en su pueblo,
pero si consigue que ese mismo pueblo lo aclame, lo más probable es que
sobreviva durante más tiempo. En pocas palabras, la paradoja del dictador
moderno es que tiene que crear una ilusión de apoyo popular.
(…) El culto a la
personalidad rebajaba a la vez a aliados y rivales, y los obligaba a colaborar
en común sumisión (…) el dictador los obligaba a aclamarlo en presencia de los
demás, y así todos ellos se veían forzados a mentir. Si todo el mundo mentía,
nadie sabía quién estaba mintiendo y se volvía más difícil hallar cómplices y
organizar un golpe.
¿Quién creaba el culto a la
personalidad? Se recurría a hagiógrafos, fotógrafos,
dramaturgos, compositores, poetas, editores y coreógrafos. Se recurría a
poderosos ministros de propaganda (…) a sectores enteros de la industria (…) la
responsabilidad última residía en los propios dictadores (…) Mussolini
empleaba la mitad de su tiempo en proyectarse como gobernante omnisciente,
omnipotente e indispensable de Italia, aparte de dirigir media docena de
ministerios. Stalin efectuaba una incesante labor de poda de su propio
culto a la personalidad: ponía coto a las alabanzas que juzgaba excesivas, tan
sólo para permitir que reaparecieran unos pocos años más tarde, cuando le
parecía que era el momento oportuno. Ceauşescu promovía sin cesar su
propia persona (…) Hitler también atendía a todos los detalles de su
propia imagen (…) todos los recursos del Estado para promoverse, todos ellos
eran el Estado.
(…) ¿Cómo vamos a saber
lo que el pueblo pensaba sobre su líder, si la libertad de expresión es siempre
la primera víctima de toda dictadura? (…)
El culto a la personalidad
tenía que aparentar popularidad genuina, como si hubiera brotado del corazón de
la gente (…)
(…) Las invocaciones al
líder, entendido éste como una especie de figura sagrada, daban mejores
resultados que la abstracta filosofía política del materialismo dialéctico, que
la población del campo, mayoritariamente analfabeta, no comprendía con
facilidad.
La lealtad a una persona era
lo más importante en una dictadura (…) la ideología puede crear divisiones (…)
los mayores enemigos de los bolcheviques eran los mencheviques, y unos y otros
juraban por Marx. Mussolini menospreciaba la ideología y mantuvo
deliberadamente al fascismo en la vaguedad (…)
(…) El anonimato de una
organización que sofocaba todo conato de oposición desde sus mismos inicios
acabó por resultar contraproducente (…)
Los dictadores que
perduraban solían valerse de dos instrumentos de poder: el culto a la
personalidad y el terror (…)
«Todo el mundo ve lo
que aparentas ser,
pocos experimentan lo
que realmente eres»[iii]
Maquiavelo nos abre la
puerta a esta reflexión de hoy Un hombre que quiere ser bueno entre tantos
que no lo son labrará su propia ruina, ¿Queremos ser buenos aunque estemos cavando
nuestra propia tumba?
- ¿Merece
la pena?
o ¿Por
qué?
¿Prevalecen nuestros valores
en las decisiones que tomamos?
- ¿Cómo
lo hacen?
¿Estamos dispuestos a
trabajar para un CEO dictador?
(…) “Jamás olvidéis que yo
soy la autoridad suprema del Estado. Así pues, soy vuestro único amo” [iv](…)
- ¿Qué
nos aporta?
- ¿Qué
nos resta?
- ¿Hacen
equipo o destruyen talento?
(…) empleaba “todo su tiempo
en la manipulación política de las personas”. Los tiranos no confían en nadie,
y aún menos en sus propios aliados (…) se deshacía por igual de amigos y enemigos,
y acababa con cualquiera que le pareciese demasiado ambicioso, o que pudiera desarrollar
un poder independiente [v](…)
(…) recelaba de todo el
mundo, se empeñaba en explotar sus debilidades, manipular sus emociones y poner
a prueba su lealtad [vi](…)
(…) al valorar la lealtad
por encima de la competencia, se ascendía a los aduladores y a los oportunistas
[vii](…)
o ¿Por
qué?
¿Cuánto pesa la personalidad en
el líder? (…) el culto a la personalidad exigía lealtad al líder, más
que fe en un programa político particular [viii](…)
Lo anterior lo podemos
traducir como fidelidad al CEO por encima del plan de negocio.
- ¿Cuánta
retroalimentación hace falta para alimentar el culto a la personalidad del
líder?
(…) las masas no eligen al
líder, es el líder el que elige a las masas. En tiempos de grandes vacilaciones,
es el que indicaba que es lo que había que creer [ix](…)
(…) amad al líder y obedeced
al partido [x](…)
(…) se decía por igual a los
adultos que a los niños: “El Führer siempre tiene razón” [xi](…)
(…) Ceauşescu exigía demostraciones
constantes de gratitud por parte del mismo pueblo al que estaba arruinando [xii](…)
La gente entonaba las
alabanzas al líder en público, pero lo maldecían en voz baja [xiii](…)
- ¿Qué
pasa cuándo el líder cae?
(…) en cuanto se demuestra
que no es infalible “esta condenado a que los fieles lo destronen y profanen
con la misma pasión que lo adoraron [xiv](…)
(…) perder a un dictador
puede resultar tan traumático como vivir bajo su autoridad [xv](…)
(…) se había arrogado todo
el poder y había procurado que no se adoptara ninguna decisión sin su consentimiento
(…) encarnaba la revolución, y la revolución se esfumó en su huida.[xvi]
o ¿Cómo
se comportarán los stackeholders?
(…) colaboradores antiguos y
de confianza emperezaron a abandonar el barco que se hundía [xvii](…)
¿Es sostenible una
organización liderada por un dictador?
(…) seguía la máxima “divide
y vencerás”, y suscitaba rivalidades entre sus subalternos, o les asignaba
tareas coincidentes con el objetivo de consolidar su propio poder (…) se erigía
en árbitro definitivo y los relegaba a ellos a la posición de meros
subordinados que competían entre sí.[xviii]
- ¿Por
qué?
- ¿Hasta
cuándo?
(…) se creía que los dictadores,
y sus estatuas, eran inamovibles. Que se habían adueñado de las almas de los súbditos
y habían moldeado sus pensamientos (…) lo que sí había existido era el miedo, y
en el mismo momento en el que éste desapareció, todo el edificio se vino abajo [xix](…)
¿Quién se atreve a decirle
al dictador que está desnudo?
- ¿Qué
precio estamos dispuestos a pagar por hacer lo correcto?
(…) enviaban a los
disconformes a campos de trabajo dispersos por las remotas e inhóspitas montañas
del norte[xx].
(…) el más mínimo indicio de
falta de respeto para con el Gran Líder se castigaba severamente[xxi].
(…) en tiempos de Mao o de
Kim, bastaba con burlarse del nombre del líder para terminar en un campo de
trabajos forzados. Quien no llorara, aplaudiera o gritara de acuerdo con lo
ordenado sufría un severo castigo[xxii].
-
¿Cómo ayudarle a ver la realidad?
-
¿Por qué hacerlo?
¿Cuánto escondemos[xxiii] para
evitar las represalias?
(…) intimidar a los posibles
adversarios [xxiv](…)
(…) se llevaron a cabo
interminables purgas (…) se obligaba a las personas a denunciarse entre sí.
Miles de sospechosos padecieron encierro, investigaciones, torturas, purgas, y
ocasionalmente, fueron ejecutados [xxv](…)
(…) destacados miembros que
se habían enfrentado a Mao en el pasado sufrieron humillaciones, y fueron
obligados a escribir confesiones y a pedir perdón en público por sus errores [xxvi](…)
-
¿Qué coste tiene para la compañía la
autocensura, la vigilancia a otros, la falta
de sinceridad del equipo?
(…) la policía secreta
vigilaba a todo el mundo y trataba de medir la sinceridad de cada uno
observando su expresión facial y escuchado el tono de su voz [xxvii](…)
(…) omnipresente vigilancia
sobre la población [xxviii](…)
¿Cómo leer,
entender, anticiparnos al pensamiento tóxico del líder?
(…) se venera a si mismo,
tiene fe ciega en sí mismo, se adora a sí mismo, se atribuye el mérito de todos
los éxitos, pero culpa a los demás de sus propios fracasos [xxix](…)
¿Qué importancia tiene la marca
personal ―propaganda, redes sociales,
medios[xxx],
los agradaores[xxxi]―, en
el dictador?
(…) trabajaban sin descanso
en la promoción del líder. Pero el mayor arquitecto del culto a la personalidad
fue el propio Hitler: actor principal, director de escena, orador y publicista,
todo en uno. Trabajaba sin cesar en su propia imagen [xxxii](…)
(…) se consideraba que las
fotográficas del Führer tenían una “importancia estratégica vital” [xxxiii](…)
(…) los altavoces se habían
usado durante mucho tiempo en campañas de propaganda, pero por entonces siempre
estaban encendidos y vomitaban sin cesar con las mismas citas, siempre, a todo
volumen [xxxiv](…)
(…) al igual que el Pequeño Libro
Rojo, la insignia devino en símbolo de lealtad al presidente y se llevaba sobre
el corazón [xxxv](…)
Cuanto mayor era la
visibilidad que cobraba el líder, más obligados se veían sus colegas a quedarse
en la sombra. La adulación constante desviaba las posibles criticas que hubiera
podido hacerle sus rivales dentro del partido[xxxvi].
El culto a la personalidad impidió
de manera efectiva que otras personas pudieran desarrollar una posición de
poder independiente [xxxvii](…)
- ¿Es
sostenible?
o ¿Por
qué?
o ¿Hasta
cuándo?
¿Qué enseñanzas podemos
extraer de todo lo anterior?
El hombre es capaz de lo
mejor y a la vez de lo peor. En Dictadores: El culto a la
personalidad del siglo XX encontramos ocho ejemplos de lo que estamos
hablando como el culto al líder destruye valor, como la desconfianza hace que
todo sea fingido y que las personas huyen en el momento que pueden.
- ¿Podemos
trabajar sin un espacio de confianza mutua?
Moraleja
Líbreme, Dios de los CEOs
mansos que de los bravos ya me libro yo.
“Si
no actúas como piensas,
terminarás
pensando como actúas”[xxxviii]
¿Cómo
incardinamos hacer
el bien, haciéndolo bien trabajando con un CEO
tóxico?
¿Tiene sentido el
trabajo que estamos realizando?
- ¿Qué
nos aporta?
«La virtud es lo que
hace al hombre amado y respetado de los hombres,
y la astucia es lo
que hace al hombre temido y respetado»[xxxix]
Dictadores
El culto a la
personalidad en el siglo XX
Frank Dikötter
Acantilado
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«Toda gloria es efímera»[xl]
ABRAZOTES
[xxiii] Pp., 63 (…) vecinos envidiosos,
colegas celosos e incluso familiares desafectos informaban sobre conversaciones
sospechosas. Pocas personas habrían osado hablar abiertamente en presencia de
más de tres interlocutores.
[xxx] Pp., 95 “La radio es mía” (…) aprobar un plan por
el que millones de aparatos económicos se vendieron a precio inferior al de
producción (…)
[xxxi] “Un ejército de ovejas conducido por
un león es más temible que un ejército de leones conducido por una oveja”, Maquiavelo
(…) la gente sabía cuando había que aplaudir en las
reuniones públicas y cuándo había que invocar su nombre en los actos públicos.
La clave era la repetición, no la innovación, lo que significaba que una
adulación excesiva tambien comparaba sus riesgos (…) no necesitaba fanáticos de
ningún tipo, lo que quería era que las personas fueran instrumentos obedientes
a su voluntad, sin convivientes
propias.