viernes, 11 de julio de 2025

Entrevista a Simón Bolívar: Héroe y traidor

Estimad@s amig@s

Sinopsis

El pensador español Javier Fernández Aguado, referente contemporáneo en la ciencia del gobierno de personas y organizaciones (management), acomete con brillantez el desafío de entrevistar al poliédrico Simón Bolívar. Héroe, para algunos; traidor, para otros. Sus decisiones y contradicciones se abatieron sobre millones de individuos.

Bolívar aprovechó el turbio entorno provocado por la invasión napoleónica de España y la decadencia de la monarquía, incapaz de gobernar América. Emprendió una aventura de independentismo y unificación territorial de los virreinatos cuyas piezas fue encajando sobre la marcha afectado por su narcisismo, reiteradamente explicitado en sus escritos.

Se aupó en el título de Libertador, fruto de su pericia militar y de la propaganda por él desplegada, y lo explotó en sus arengas, correspondencia y proclamas. Todo culminó en un colosal fiasco al despertar de un sueño republicano que nunca pasó de ser una quimera.

Entender su entramado político, social y psicológico no es fácil. Fernández Aguado, con rigurosa solvencia intelectual y maestría comunicativa, desbroza el camino a través de preguntas al general en un laberinto para comprender cómo argumentaba y actuaba. A la vez, revela la novelesca biografía de Bolívar. Se despliega el fastuoso lienzo de uno de los periodos más fascinantes y complejos de la historia. Las consecuencias llegan hasta nuestros días.

¡Qué el lector saque sus propias consecuencias!

 

«La autoridad moral se conquista

 por la coherencia entre el hacer y el ser»[i]

 

Presentación[ii]

(…) pasarán más de mil años y la figura de Simón Bolívar (…) seguirá inmersa en debates. Algunos se empecinarán en destacar al héroe; otros, al individuo sin escrúpulos que arrasó áreas del continente americano en lo ético, lo social y lo financiero.

Bolívar acumula en sí facetas más que dispares, enfrentadas. Se esforzó con brío, fruto de un resentimiento contra España por no haber respondido a sus ansias de grandeza nobiliaria en el país de sus ancestros. Justificó con otros motivos sus presuntas ganas de libertar a unos pueblos a los que ―lo repitió con frecuencia― despreciaba.

Pese a su proclamado republicanismo, Bolívar, diseño los fundamentos de una aristocracia caudillista propietaria de naciones frágiles, en las que la corrupción y sus consecuencias se transformaron en una enfermedad crónica que aún hoy asola el continente. Embebido de su atribuida talla historia (…) desatendido a cualquier discrepante (…) anhelo una asociación más que interesada con la iglesia, ambicionando recuperar el orden del Antiguo régimen. No logro su propósito de ingeniería social ni el empreño del nacionalismo global hispanoamericano.

El conflicto racial nunca se diluyo. Las elites hispanoamericanas maltrataron implacablemente a los indígenas. La Corona española había brindado, con limitaciones, una protección legal, articulada por la iglesia. A pesar de todo, todavía hoy España sigue siendo instrumentalizada como chico expiatorio para endulzar los crímenes de los mandatarios americanos que contemplaron, y contemplan, a los indígenas como seres de segunda categoría.

 

(…) Bolívar se beneficio de los errores de los peninsulares. Las ultimas imposiciones borbónicas fueron sus mejores aliados. Carlos IV y Fernando VII lo hicieron irremediablemente mal en América en los últimos compases del siglo XVII y principios del XIX. Bolívar catalizo un derrumbe anunciado, erigiendo una imagen de sí mismo de la que se serviría hasta el día que rindió cuentas ante el creador.

Resultan risibles las reivindicaciones de Bolívar desde ámbitos tan insospechados como las dictaduras locales contemporáneas, que plagian la pardocracia que tanto abominaba Bolívar. Es igualmente bufa la pretensión de sectores reaccionarios, como la deriva fascistoide del peronismo, de erigir a Bolívar en la encarnación del caudillo que trató de poner orden en el continente. Sus propios yerros inducen a esas estrambóticas reclamaciones.

(…) no prejuzga a Bolívar sino que cómo pensaba y actuaba.

 

«Todo ser humano es un novelista

de sí mismo»[iii]

 

Prólogo[iv]

(…) “Personaje del milenio” fue sin duda el más importante estratega, militar y político venezolano de todos los tiempos.

 

(…) entabla una conversación franca con un Simón Bolívar humano, de carne y hueso, abrumado de deseos, emociones y frustraciones. Hace una radiografía de un estadista con sus luces y sus sombras. No parte de prejuicios, sino que induce a que el propio Bolívar nos presente el por qué de sus decisiones (…)

 

La grandeza de personajes como Bolívar no surge de una visión sesgada, sino de entender tanto su magnanimidad como sus desaciertos. Esta obra indudablemente generará polémica entre seguidores y detractores del Libertador, pero definitivamente deleitará a los buscadores de la verdad, esa verdad que nos hace libres. Rehuir el conocimiento es propio de caracteres débiles y acomodaticios. Profundizar en los hechos exige valentía y nos hace más sabios.

 

«El hombre sensato se adapta al mundo

 y el insensato se empeña en intentar que el mundo se adapte a él»[v]

 

Introducción

Los muertos tienen la virtud de no quejarse de lo que de ellos se narra, sea mentira o verdad. La realidad, alérgica al cliché, es más compleja que una foto fija. Hasta el punto de no quedar claro, ni en las sangrientas dictaduras más delirantes o en el neoliberalismo reaccionario, si el Bolívar al que se reivindica es el cosmopolita revolucionario de la Carta de Jamaica o el estadista cauto y conservador que pretendió gobernar Colombia durante los últimos años de su vida.

Bolívar es poliédrico, acopia facetas dictadas por una apresurada combinación entre la oportunidad y el convencimiento. La propia de quien afrontó el siglo XIX con herramientas del XVIII y que apenas mutó, incapaz de comprender que el mundo que estaba ayudando a alumbrar nada tenía que ver con el que había dejado atrás. Menos aún con el que columbró en su fantasía. Se esforzó con denuedo, fruto de un enervante resentimiento contra España por no haber atendido está sus delirantes anhelos de grandeza nobiliaria en el país de sus ancestros y con conjeturales anhelos de libertar unos pueblos a los que en el fondo y la forma despreciaba. Él lo repitió con frecuencia.

 

(…) al repartir sus triunfos entre afines de dudosa condición, diseñó las bases para una nueva aristocracia apalancada en caudillismos. Una ávida oligarquía dueña de unas naciones frágiles, en las que la corrupción y sus consecuencias (…) se convertirán en una enfermedad crónica que aún hoy asola (…)

La imposibilidad de controlar unos territorios vastísimos, en una época donde las infraestructuras eran insuficientes y las comunicaciones lentas, obligó a Bolívar a delegar su poder, que siempre fue menor de lo que él conjeturaba. Apoyándose en una élite criolla, hija y heredera de las virtudes y los vicios de España (…) fue incapaz, en un proceso democratizador con escaso alcance, de algo más que de sustituir una clase dominante por otra (…) cuando España se retiró, determinados estratos de la sociedad, en especial el indígena, perdieron lo poco que tenían, fuera por la ineficacia de las reformas para propiciar su participación en la vida civil o por el dominio, no exento de violencia, de una élite criolla que pergeñó con saña el que sus privilegios aumentasen a costa de los menos pudientes; menesterosos que (…) habían sido en buena medida atendidos por el escudo social protector implementado por la Iglesia católica con el apoyo de los virreyes peninsulares.

(…) se confió a caciques que, al adueñarse de ciertas regiones, incrementaron su poder y riqueza mediante la violencia. Se repartieron perversamente el botín (…) El caudillismo impulsó un desaforado reparto de recursos entre las élites a cambio de protección. Esas malandanzas culminaron con el apuñalamiento del proyecto republicano y el anhelo de unificar América. Se generó, al cabo, una fragmentación social mayor de la que había existido durante el imperio.

¿Fue Bolívar el inventor del caudillismo americano? (…)

 

Delegó impropiamente en otros la gestión, porque no seleccionó con acierto a sus acompañantes. Además, su ejemplo no era precisamente el mejor.

 

Le faltaron templanza, justicia, prudencia y, en el declinar de su existencia, fortaleza. Gobernó a impulsos y de forma incoherente. Sus subalternos difícilmente podían optimizar el mejorable –¡penoso e incongruente!– paradigma en el que se inspiraban.

Desatinadamente convencido de su talla histórica (…) despreció tanto el legalismo constitucional (…) como el caudillismo clientelar (…) al ejercer el gobierno durante sus últimos años buscó armonizar sin brillantes resultados la espada y la ley, sujetándose a un despotismo que, erigido sobre el prestigio de una legitimidad ganada en el campo de batalla, resultó insuficiente para muñir un continente al que arrasó en lo financiero y lo ético (…)  

(…) el despotismo, que solo él y nadie más podía encarnar, fue una de sus innúmeras contradicciones.

 

Careció de visión estratégica y de integridad personal y corporativa. Ni siquiera logró culminar su propósito de in­geniería social, como tampoco un empeño de nacionalismo hispanoamericano (…)

El conflicto racial que le preocupó, y que en buena me­dida alentó y cristalizó, nunca se diluyó (…) todavía hoy España sigue funcionando como chivo expiatorio, desde la política a la educación, para edulcorar los crímenes de los mandatarios americanos, que contemplaron, y contemplan, a los indígenas como seres de segunda categoría.

El compromiso de Bolívar con la abolición de la escla­vitud se plasmó en decretos con los que ensayó que otras ra­zas descalabradas participaran activamente de la vida civil y asumieran responsabilidades. La menguada colaboración de unos criollos que solo velaban por sus intereses egoístas nunca alcanzó plenamente el hipotético ideal bolivariano; una muestra más de la abismal disociación entre el ideal y la realidad que bien pudiera ser un resumen, tosco pero preci­so, de su trayectoria existencial.

Bolívar se benefició de los errores de España, ignorante de que América estaba mutando. Las imposiciones borbó­nicas, en su mayoría dictadas por la pésima situación eco­nómica de España y la complejidad política que se dio entre los dos siglos, fueron sus mejores aliados. Se limitó a apro­vecharlas, como quien recoge una fruta que se desprende de una rama (…)

 

Con sus proclamas, en una extraordinaria actividad propagandística que sigue asombrando por su vigor —era buen lector y mejor escritor, instauró una imagen de sí mis­mo de la que se serviría hasta el último día.

 

(…) Bolívar comprendió que una asociación con Gran Bretaña era esencial para asentar a unas naciones incipientes (…)

Gran Bretaña se aprovechó, incluyendo enormes prés­tamos financieros que dejaron a aquellas naciones empobre­cidas por décadas y el envío de voluntarios ingleses (…) la opción de Bolívar, insisto, endeudaría América por generaciones, condenando a la penuria a millo­nes de ciudadanos de los países presuntamente liberados. La congoja de la antigua América española fue tan rauda como pronunciada y duradera. Aún hoy paga las consecuencias.

 

(…) Ha de ser el lector quien saque sus conclusiones (…) aquí presento a un indivi­duo veleidoso, rijoso, caprichoso e impaciente, pero también al militar eficaz y contundente, el amante tierno, apasionado, disoluto y patrañero, al igual que al gobernante preocupado y oportunista.

(…) altísima estima que sentía de sí mismo, del tamaño del con­tinente. Supo trasladar su pasión desmedida y tornadiza en sus arengas a las tropas a su correspondencia y sus procla­mas.

 

Sus fortalezas son debilidades y viceversa. El anhelo de gloria y la abrumadora confianza en sí mismo fueron su perdición.

 

«Lo que mí señor piensa,

solo mi señor lo sabe»[vi]

 

¿Se puede ser a la vez héroe y traidor? Buena pregunta, lo malo, tendrás que leer Entrevista a Simón Bolívar y posicionarte, ¡Ojo el autor no lo hace! Me parece correcto ―arrojo luz sobre la persona, el personaje y el entorno y que cada uno libremente elija en qué lado de la mesa quiere estar.

 

El formato que en los últimos libros está poniendo en valor Javier Fernández Aguado me parece interesante, es otra manera de contar la historia, más amena, neutra, muestra los hechos pero no entra a juzgarlos, le da voz al personaje y el solo se va quitando capas que nos permiten ver la coherencia con la que actuaron.

 

De todos los libros se pueden sacar hilos de los que tirar, solo hace falta querer ―saber, tener la curiosidad de ir escarbando, buscando resquicios en los que lanzar preguntas a el autor o sus protagonistas. La persona de vértice debe cultivar la mente, leer a autores de muy diversos géneros, buscar puntos de mejora, oportunidades de aprendizaje, palancas… no dejemos de estar siempre en modo aprendizaje.

 

«Siempre he sido leal,

sabedor de mis virtudes y mis defectos»[vii]

 

(…) leía a Dante y Cervantes, entre otros clásicos que siempre me han acompañado, conformando una especie de guardia privada de la que me enorgullezco.

 

(…) mis críticos han dicho que yo he repetido e incrementado ese modelo bonapartista[viii], que soy un alabancioso, un fachoso. ¡Es inaceptable! Algunos han pagado cara su insolencia con respecto a mi persona.

 

(…) siempre tenía un libro en la mano. He conservado ese hábito a lo largo de mi tormentosa trayectoria, llevaba no pocos conmigo en mis campañas militares, como las obras de Cesar, siempre tan provechosas (…)

 

No hay lección que de una forma u otra no sea beneficiosa, aunque solo sea para saber que no hay que volver sobre ciertos temas.

 

(…) tenía claro que mis pasiones, mis circunstancias, mi carácter, me habían puesto en el camino de la libertad, al tiempo que mi ambición, mi constancia o la fogosidad de mi imaginación me iban a impulsar a mantenerme en él.

 

(…) casi nadie compartía mis inquietudes, que se antojaban radicales, propias de un agitado (…)

 

Más allá de las buenas intenciones, nuestras instituciones habían demostrado una fragilidad inmensa, tanto en su bondad mal valorada como en sus formas organizativas. Estábamos en guerra contra un imperio y necesitábamos un poder centralizado, implacable, inmisericorde, que no perdiera el tiempo en cuestiones de menor entidad que acaso atañen a la paz.

 

(…) es verdad que yo ordené publicar innumerables veces mentiras para engañar a los realistas. Pero a mí me afectaban mucho los infundios.

 

Resulta imprescindible rodearse de hombres leales, sin dobleces, que hablen a las claras. Obviamente uno debe dar ejemplo (…)

Ø  ¿Somos ejemplo para nuestro equipo humano?

 

(…) se me nombró Libertador de Venezuela y Capitán General de los Ejércitos, títulos que para mí eran más gloriosos y satisfactorios que el cetro de todos los imperios de la Tierra (…)

 

La experiencia me ha enseñado que de los hombres se ha de exigir mucho para que hagan muy poco. Quizá esa máxima no es segur; pero si no creo en la experiencia ¿a quién he de creer?

 

(…) como nos han enseñado los clásicos, desde Homero a Suetonio, carácter es destino.

 

(…) no volveríamos a cometer el error de marginar a los pardos, que tan caro nos había costado antaño. Tampoco, claro está, podríamos entregarles el poder.

 

(…) la naturaleza de los hombres impone ciertas servidumbres.

 

Una población depravada, si alcanza la libertad, pronto vuelve a perderla (…)

 

(…) debíamos ser veloces como el jaguar y resistentes como la mula (…)

 

El pueblo muchas veces no se entera y es ineludible hacerle ver la realidad. En ocasiones con violencia.

 

No parecía muy democrático el apostar por un presidente vitalicio con derecho a nombrar a su sucesor

¡Cómo! Todo lo contario. Aquella era la inspiración más sublime en el orden republicano.

El presidente era el sol que, firme en su centro, daba vida al universo entero.

Su misión sería la de acabar con las divisiones partidistas, siempre tendentes o bien a la anarquía o bien a la tiranía (…)

 

Ese ha sido otro de nuestros grandes enemigos: la inmensidad de este continente, que hace imposible gobernarlo eficazmente, por lo que al final se depende de la naturaleza de los hombres, semejante a la de los jaguares hambrientos.

 

(…) legalmente todos éramos iguales. Aquello era intolerable (…)

 

«El miedo

es un arma formidable»[ix]

 

Epílogo[x]

(…) parecía que Bolívar encarnara la suma de todas las perfecciones, sin margen alguno para el defecto (…) con los años y tras distintas lecturas, fui evidenciando otras facetas: una figura de carne y hueso, con luces y sombras, grandes virtudes y notables limitaciones (…)

 

(…) no prejuzga al Libertador, sino que nos invita a explorar los silogismos que guiaron a Bolívar en su toma de decisiones, algunos de ellos tan controvertidos como la Guerra a Muerte, que hoy bien podría calificarse como un genocidio implacable (…)

 

(…) las incontables horas dedicadas a desentrañar el pensamiento de Simón Bolívar. Su aportación es enormemente valiosa. También por lo que tiene de objetividad frente a aquellos que en vez de sumar se proponen enfrentar, que, en lugar de sumar y multiplicar, insisten en aquella detestable costumbre de restar y dividir (…) esa actitud maniquea responde a la ignorancia. Solo desde la profundidad del pensamiento y de la generosidad de corazón puede descubrirse la grandeza (…)

 

«Es más difícil sacar un pueblo de la servidumbre,

que subyugar uno libre»[xi]

 

Entrevista a Simón Bolívar

Héroe y traidor

Javier Fernández Aguado

Kolima Books


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«En política,

los gestos son la antesala de los hechos»[xii]

 

ABRAZOTES


[iii] Alfred Sonnenfeld

[iv] Nelson Padua Villegas

[vi] José Palacios

[vii] ¿Nos conocemos?

Ø  ¿Identificamos nuestras fortalezas?

Ø  ¿Y los campos de mejora?

Ø  "Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no debes temer el resultado de cien batallas. Si te conoces a ti mismo, pero no al enemigo, por cada victoria obtenida también sufrirás una derrota. Si no sabes nada ni del enemigo ni de ti mismo, sucumbirás en todas las batallas", Sun Tzu

[viii] Pp., 98 Me acusaban a mí y a otros de bonapartismo. No entendían que era necesario comportarse así para dirigirlos hacia su libertad. Se empeñaban en no querer ser libres. Los libertaríamos incluso con violencia.

[ix]

[xi] Simón Bolívar

[xii] 

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