Estimad@s amig@s
Sinopsis
El pensador español Javier Fernández Aguado,
referente contemporáneo en la ciencia del gobierno de personas y organizaciones
(management), acomete con brillantez el desafío de entrevistar al poliédrico Simón
Bolívar. Héroe, para algunos; traidor, para otros. Sus
decisiones y contradicciones se abatieron sobre millones de individuos.
Bolívar aprovechó el turbio
entorno provocado por la invasión napoleónica de España y la decadencia de la
monarquía, incapaz de gobernar América. Emprendió una aventura de
independentismo y unificación territorial de los virreinatos cuyas piezas fue
encajando sobre la marcha afectado por su narcisismo, reiteradamente
explicitado en sus escritos.
Se aupó en el título de
Libertador, fruto de su pericia militar y de la propaganda por él desplegada, y
lo explotó en sus arengas, correspondencia y proclamas. Todo culminó en un
colosal fiasco al despertar de un sueño republicano que nunca pasó de ser una
quimera.
Entender su entramado
político, social y psicológico no es fácil. Fernández Aguado, con rigurosa
solvencia intelectual y maestría comunicativa, desbroza el camino a través de
preguntas al general en un laberinto para comprender cómo argumentaba y
actuaba. A la vez, revela la novelesca biografía de Bolívar. Se despliega el
fastuoso lienzo de uno de los periodos más fascinantes y complejos de la
historia. Las consecuencias llegan hasta nuestros días.
¡Qué el lector saque sus
propias consecuencias!
«La autoridad moral
se conquista
por la coherencia entre el hacer y el
ser»[i]
Presentación[ii]
(…) pasarán más de mil años
y la figura de Simón Bolívar (…) seguirá inmersa en debates. Algunos se
empecinarán en destacar al héroe; otros, al individuo sin escrúpulos que arrasó
áreas del continente americano en lo ético, lo social y lo financiero.
Bolívar acumula en sí
facetas más que dispares, enfrentadas. Se esforzó con brío, fruto de un
resentimiento contra España por no haber respondido a sus ansias de grandeza nobiliaria
en el país de sus ancestros. Justificó con otros motivos sus presuntas ganas de
libertar a unos pueblos a los que ―lo repitió con frecuencia― despreciaba.
Pese a su proclamado
republicanismo, Bolívar, diseño los fundamentos de una aristocracia caudillista
propietaria de naciones frágiles, en las que la corrupción y sus consecuencias
se transformaron en una enfermedad crónica que aún hoy asola el continente. Embebido
de su atribuida talla historia (…) desatendido a cualquier discrepante (…)
anhelo una asociación más que interesada con la iglesia, ambicionando recuperar
el orden del Antiguo régimen. No logro su propósito de ingeniería social ni el
empreño del nacionalismo global hispanoamericano.
El conflicto racial nunca se
diluyo. Las elites hispanoamericanas maltrataron implacablemente a los indígenas.
La Corona española había brindado, con limitaciones, una protección legal,
articulada por la iglesia. A pesar de todo, todavía hoy España sigue siendo
instrumentalizada como chico expiatorio para endulzar los crímenes de los
mandatarios americanos que contemplaron, y contemplan, a los indígenas como
seres de segunda categoría.
(…) Bolívar se beneficio de
los errores de los peninsulares. Las ultimas imposiciones borbónicas fueron sus
mejores aliados. Carlos IV y Fernando VII lo hicieron irremediablemente mal en América
en los últimos compases del siglo XVII y principios del XIX. Bolívar catalizo
un derrumbe anunciado, erigiendo una imagen de sí mismo de la que se serviría hasta
el día que rindió cuentas ante el creador.
Resultan risibles las
reivindicaciones de Bolívar desde ámbitos tan insospechados como las dictaduras
locales contemporáneas, que plagian la pardocracia que tanto
abominaba Bolívar. Es igualmente bufa la pretensión de sectores reaccionarios,
como la deriva fascistoide del peronismo, de erigir a Bolívar en la encarnación
del caudillo que trató de poner orden en el continente. Sus propios yerros
inducen a esas estrambóticas reclamaciones.
(…) no prejuzga a Bolívar
sino que cómo pensaba y actuaba.
«Todo
ser humano es un novelista
de sí mismo»[iii]
Prólogo[iv]
(…) “Personaje del milenio”
fue sin duda el más importante estratega, militar y político venezolano de
todos los tiempos.
(…) entabla una conversación
franca con un Simón Bolívar humano, de carne y hueso, abrumado de deseos,
emociones y frustraciones. Hace una radiografía de un estadista con sus luces y
sus sombras. No parte de prejuicios, sino que induce a que el propio Bolívar
nos presente el por qué de sus decisiones (…)
La grandeza de personajes
como Bolívar no surge de una visión sesgada, sino de entender tanto su
magnanimidad como sus desaciertos. Esta obra
indudablemente generará polémica entre seguidores y detractores del Libertador,
pero definitivamente deleitará a los buscadores de la verdad, esa verdad que
nos hace libres. Rehuir el conocimiento es propio de caracteres débiles y
acomodaticios. Profundizar en los hechos exige valentía y nos hace más sabios.
«El hombre sensato se
adapta al mundo
y el insensato se empeña en intentar que el
mundo se adapte a él»[v]
Introducción
Los muertos tienen la virtud
de no quejarse de lo que de ellos se narra, sea mentira o verdad. La realidad,
alérgica al cliché, es más compleja que una foto fija. Hasta el punto de no
quedar claro, ni en las sangrientas dictaduras más delirantes o en el neoliberalismo
reaccionario, si el Bolívar al que se reivindica es el cosmopolita
revolucionario de la Carta de Jamaica o el estadista cauto y conservador que
pretendió gobernar Colombia durante los últimos años de su vida.
Bolívar es poliédrico,
acopia facetas dictadas por una apresurada combinación entre la oportunidad y
el convencimiento. La propia de quien afrontó el siglo XIX con herramientas del
XVIII y que apenas mutó, incapaz de comprender que el mundo que estaba ayudando
a alumbrar nada tenía que ver con el que había dejado atrás. Menos aún con el
que columbró en su fantasía. Se esforzó con denuedo, fruto de un enervante
resentimiento contra España por no haber atendido está sus delirantes anhelos
de grandeza nobiliaria en el país de sus ancestros y con conjeturales anhelos
de libertar unos pueblos a los que en el fondo y la forma despreciaba. Él lo
repitió con frecuencia.
(…) al repartir sus triunfos
entre afines de dudosa condición, diseñó las bases para una nueva aristocracia
apalancada en caudillismos. Una ávida oligarquía dueña de unas naciones
frágiles, en las que la corrupción y sus consecuencias (…) se convertirán en
una enfermedad crónica que aún hoy asola (…)
La imposibilidad de
controlar unos territorios vastísimos, en una época donde las infraestructuras
eran insuficientes y las comunicaciones lentas, obligó a Bolívar a delegar su
poder, que siempre fue menor de lo que él conjeturaba. Apoyándose en una élite
criolla, hija y heredera de las virtudes y los vicios de España (…) fue
incapaz, en un proceso democratizador con escaso alcance, de algo más que de
sustituir una clase dominante por otra (…) cuando España se retiró,
determinados estratos de la sociedad, en especial el indígena, perdieron lo
poco que tenían, fuera por la ineficacia de las reformas para propiciar su
participación en la vida civil o por el dominio, no exento de violencia, de una
élite criolla que pergeñó con saña el que sus privilegios aumentasen a costa de
los menos pudientes; menesterosos que (…) habían sido en buena medida atendidos
por el escudo social protector implementado por la Iglesia católica con el
apoyo de los virreyes peninsulares.
(…) se confió a caciques
que, al adueñarse de ciertas regiones, incrementaron su poder y riqueza
mediante la violencia. Se repartieron perversamente el botín (…) El caudillismo
impulsó un desaforado reparto de recursos entre las élites a cambio de
protección. Esas malandanzas culminaron con el apuñalamiento del proyecto
republicano y el anhelo de unificar América. Se generó, al cabo, una fragmentación
social mayor de la que había existido durante el imperio.
¿Fue Bolívar el inventor del
caudillismo americano? (…)
Delegó impropiamente
en otros la gestión, porque no seleccionó con acierto a sus acompañantes.
Además, su ejemplo no era precisamente el mejor.
Le faltaron templanza,
justicia, prudencia y, en el declinar de su existencia, fortaleza. Gobernó a
impulsos y de forma incoherente. Sus subalternos difícilmente podían optimizar el
mejorable –¡penoso e incongruente!– paradigma en el que se inspiraban.
Desatinadamente convencido
de su talla histórica (…) despreció tanto el legalismo constitucional (…) como
el caudillismo clientelar (…) al ejercer el gobierno durante sus últimos años
buscó armonizar sin brillantes resultados la espada y la ley, sujetándose a un
despotismo que, erigido sobre el prestigio de una legitimidad ganada en el
campo de batalla, resultó insuficiente para muñir un continente al que arrasó
en lo financiero y lo ético (…)
(…) el despotismo, que solo
él y nadie más podía encarnar, fue una de sus innúmeras contradicciones.
Careció de visión
estratégica y de integridad personal y corporativa. Ni siquiera logró culminar
su propósito de ingeniería social, como tampoco un empeño de nacionalismo
hispanoamericano (…)
El conflicto racial que le
preocupó, y que en buena medida alentó y cristalizó, nunca se diluyó (…) todavía
hoy España sigue funcionando como chivo expiatorio, desde la política a la
educación, para edulcorar los crímenes de los mandatarios americanos, que
contemplaron, y contemplan, a los indígenas como seres de segunda categoría.
El compromiso de Bolívar con
la abolición de la esclavitud se plasmó en decretos con los que ensayó que
otras razas descalabradas participaran activamente de la vida civil y
asumieran responsabilidades. La menguada colaboración de unos criollos que solo
velaban por sus intereses egoístas nunca alcanzó plenamente el hipotético ideal
bolivariano; una muestra más de la abismal disociación entre el ideal y la
realidad que bien pudiera ser un resumen, tosco pero preciso, de su
trayectoria existencial.
Bolívar se benefició de los
errores de España, ignorante de que América estaba mutando. Las imposiciones
borbónicas, en su mayoría dictadas por la pésima situación económica de
España y la complejidad política que se dio entre los dos siglos, fueron sus
mejores aliados. Se limitó a aprovecharlas, como quien recoge una fruta que se
desprende de una rama (…)
Con sus proclamas, en una
extraordinaria actividad propagandística que sigue asombrando por su vigor —era
buen lector y mejor escritor, instauró una imagen de sí mismo de la que se
serviría hasta el último día.
(…) Bolívar comprendió que
una asociación con Gran Bretaña era esencial para asentar a unas naciones
incipientes (…)
Gran Bretaña se aprovechó,
incluyendo enormes préstamos financieros que dejaron a aquellas naciones
empobrecidas por décadas y el envío de voluntarios ingleses (…) la opción de
Bolívar, insisto, endeudaría América por generaciones, condenando a la penuria
a millones de ciudadanos de los países presuntamente liberados. La congoja de
la antigua América española fue tan rauda como pronunciada y duradera. Aún hoy
paga las consecuencias.
(…) Ha de ser el lector
quien saque sus conclusiones (…) aquí presento a un individuo veleidoso,
rijoso, caprichoso e impaciente, pero también al militar eficaz y contundente,
el amante tierno, apasionado, disoluto y patrañero, al igual que al gobernante
preocupado y oportunista.
(…) altísima estima que
sentía de sí mismo, del tamaño del continente. Supo trasladar su pasión
desmedida y tornadiza en sus arengas a las tropas a su correspondencia y sus
proclamas.
Sus fortalezas son
debilidades y viceversa. El anhelo de gloria y la abrumadora confianza en sí
mismo fueron su perdición.
«Lo que mí señor
piensa,
solo mi señor lo sabe»[vi]
¿Se puede ser a la vez héroe
y traidor? Buena pregunta, lo malo, tendrás que leer Entrevista
a Simón Bolívar y posicionarte, ¡Ojo el autor no lo hace! Me parece correcto
―arrojo luz sobre la persona, el personaje y el entorno y que cada uno libremente
elija en qué lado de la mesa quiere estar.
El formato que en los últimos
libros está poniendo en valor Javier
Fernández Aguado me parece interesante, es otra manera de contar la
historia, más amena, neutra, muestra los hechos pero no entra a juzgarlos, le
da voz al personaje y el solo se va quitando capas que nos permiten ver la
coherencia con la que actuaron.
De todos los libros se
pueden sacar hilos de los que tirar, solo hace falta querer ―saber, tener la curiosidad
de ir escarbando, buscando resquicios en los que lanzar preguntas a el autor o
sus protagonistas. La persona
de vértice debe cultivar la mente, leer a autores de muy diversos géneros, buscar
puntos de mejora, oportunidades de aprendizaje, palancas… no dejemos de
estar siempre en modo aprendizaje.
«Siempre he sido leal,
sabedor de mis
virtudes y mis defectos»[vii]
(…) leía a Dante y Cervantes,
entre otros clásicos que siempre me han acompañado, conformando una especie de
guardia privada de la que me enorgullezco.
(…) mis críticos han dicho que
yo he repetido e incrementado ese modelo bonapartista[viii],
que soy un alabancioso, un fachoso. ¡Es inaceptable! Algunos
han pagado cara su insolencia con respecto a mi persona.
(…) siempre tenía un libro
en la mano. He conservado ese hábito a lo largo de mi tormentosa trayectoria,
llevaba no pocos conmigo en mis campañas militares, como las obras
de Cesar, siempre tan provechosas (…)
No hay lección que de
una forma u otra no sea beneficiosa, aunque solo sea para saber que no hay que
volver sobre ciertos temas.
(…) tenía claro que mis
pasiones, mis circunstancias, mi carácter, me habían puesto en el camino de la
libertad, al tiempo que mi ambición, mi constancia o la fogosidad de mi imaginación
me iban a impulsar a mantenerme en él.
(…) casi nadie compartía mis
inquietudes, que se antojaban radicales, propias de un agitado (…)
Más allá de las buenas
intenciones, nuestras instituciones habían demostrado una fragilidad inmensa,
tanto en su bondad mal valorada como en sus formas organizativas. Estábamos en
guerra contra un imperio y necesitábamos un poder centralizado, implacable,
inmisericorde, que no perdiera el tiempo en cuestiones de menor entidad que acaso
atañen a la paz.
(…) es verdad que yo ordené
publicar innumerables veces mentiras para engañar a los realistas. Pero a mí me
afectaban mucho los infundios.
Resulta
imprescindible rodearse de hombres leales, sin dobleces, que hablen a las
claras. Obviamente uno debe dar ejemplo
(…)
Ø ¿Somos ejemplo para nuestro equipo humano?
(…) se me nombró Libertador
de Venezuela y Capitán General de los Ejércitos, títulos que para mí eran más
gloriosos y satisfactorios que el cetro de todos los imperios de la Tierra (…)
La experiencia me ha enseñado que de los hombres se ha de
exigir mucho para que hagan muy poco. Quizá esa máxima no es segur; pero si no
creo en la experiencia ¿a quién he de creer?
(…) como nos han enseñado los clásicos, desde Homero a
Suetonio, carácter es destino.
(…) no volveríamos a cometer
el error de marginar a los
pardos, que tan caro nos había costado antaño. Tampoco, claro está, podríamos
entregarles el poder.
(…) la naturaleza de los hombres impone ciertas
servidumbres.
Una población depravada, si alcanza la libertad, pronto vuelve
a perderla (…)
(…) debíamos ser veloces
como el jaguar y resistentes como la mula (…)
El pueblo muchas veces no se entera y es ineludible
hacerle ver la realidad. En ocasiones con violencia.
No parecía muy democrático el
apostar por un presidente vitalicio con derecho a nombrar a su sucesor
¡Cómo! Todo
lo contario. Aquella era la inspiración más sublime en el orden republicano.
El presidente era el sol que, firme en su centro, daba vida
al universo entero.
Su misión sería la de acabar
con las divisiones partidistas, siempre tendentes o bien a la anarquía o bien a
la tiranía (…)
Ese ha sido otro de nuestros grandes enemigos: la
inmensidad de este continente, que hace imposible gobernarlo eficazmente, por
lo que al final se depende de la naturaleza de los hombres, semejante a la de
los jaguares hambrientos.
(…) legalmente todos éramos iguales.
Aquello era intolerable (…)
«El miedo
es un arma formidable»[ix]
Epílogo[x]
(…) parecía que Bolívar encarnara
la suma de todas las perfecciones, sin margen alguno para el defecto (…) con
los años y tras distintas lecturas, fui evidenciando otras facetas: una figura
de carne y hueso, con luces y sombras, grandes virtudes y notables limitaciones
(…)
(…) no prejuzga al
Libertador, sino que nos invita a explorar los silogismos que guiaron a Bolívar
en su toma de decisiones, algunos de ellos tan controvertidos como la Guerra a
Muerte, que hoy bien podría calificarse como un genocidio implacable (…)
(…) las incontables horas
dedicadas a desentrañar el pensamiento de Simón Bolívar. Su aportación es
enormemente valiosa. También por lo que tiene de objetividad frente a aquellos
que en vez de sumar se proponen enfrentar, que, en lugar de sumar y multiplicar,
insisten en aquella detestable costumbre de restar y dividir (…) esa actitud
maniquea responde a la ignorancia. Solo desde la profundidad del pensamiento y
de la generosidad de corazón puede descubrirse la grandeza (…)
«Es más difícil sacar
un pueblo de la servidumbre,
que subyugar uno
libre»[xi]
Link de interés
• Management
pontificio: Enseñanzas del gobierno papal para organizaciones contemporáneas
• El
pensamiento de un español universal, Javier Fernández Aguado
• El
idioma del Liderazgo: 1.000 consejos para ser un verdadero líder y triunfar en
los negocios
• Egipto,
escuela de directivos
• El
encuentro de cuatro imperios: El management de españoles,
aztecas, incas y mayas
• 2000
años liderando equipos: Enseñanzas del management más exitoso
• Liderar
en un mundo imperfecto
• Patologías
de las organizaciones
• Entrevista
a Aristóteles: Filosofía para líderes y emprendedores
• La
empresa en el cine, 70 películas para la formación empresarial
• Jesuitas,
liderar talento libre
• Entrevista
a Stalin: La lógica de un dictador
• 1010
Consejos para emprendedores
• El
alma de las organizaciones
• La
ética de la empresa en la encrucijada
• Valor
y valores ética para directivos
• El
arte de mandar bien: Querer, poder, saber
• El
manual del estratega: Los cinco estilos de hacer estrategia
«En política,
los gestos son la
antesala de los hechos»[xii]
ABRAZOTES
[ii] Josep Capell
[iii] Alfred Sonnenfeld
[iv] Nelson Padua Villegas
[vi] José Palacios
[vii] ¿Nos conocemos?
Ø ¿Identificamos
nuestras fortalezas?
Ø ¿Y los
campos de mejora?
Ø
"Si
conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no debes temer el resultado
de cien batallas. Si te conoces a ti mismo, pero no al enemigo, por cada
victoria obtenida también sufrirás una derrota. Si no sabes nada ni del
enemigo ni de ti mismo, sucumbirás en todas las batallas", Sun Tzu
[viii] Pp., 98 Me acusaban a mí y a otros de
bonapartismo. No entendían que era necesario comportarse así para dirigirlos
hacia su libertad. Se empeñaban en no querer ser libres. Los libertaríamos
incluso con violencia.
[ix]
[xi] Simón Bolívar
[xii]
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