miércoles, 26 de septiembre de 2018

Polanco; El humanismo de los jesuitas (1517-1576)


Estimad@s amig@s

Sinopsis
¿Secretario de san Ignacio? ¿Gobernante en la sombra? ¿Teólogo y divulgador en los inicios de la espiritualidad ignaciana? ¿Quién fue? Formado en el seno de una familia de pudientes comerciantes burgaleses y tras una seria formación en París, Juan Alfonso de Polanco decide ingresar en la Compañía de Jesús tras hacer los Ejercicios Espirituales en Roma (1541) con el Jesuita Diego Laínez; dejaba atrás un futuro prometedor como «scriptor apostolicus» en el Vaticano.
Sus cualidades y dones naturales ofrecían un perfil muy adecuado para ser el perfecto secretario. Fue el hombre de confianza, «memoria y manos», de los tres primeros Generales de la Compañía de Jesús: Ignacio de Loyola, Diego Laínez y Francisco de Borja.
Pero Polanco fue más que un Secretario. Uno de los silenciosos arquitectos de la nueva Orden que en 1540 había recibido la aprobación del Papa Paulo III, fue Asistente general y Vicario de la Orden; teólogo en Trento y profundo conocedor de los Ejercicios Espirituales. Hombre de consejo, profesor y riguroso historiador de los primeros años de la Compañía de Jesús[i].

«prudencia para escribir,
conveniente modo de expresarlo
y diligencia para enviarlas»

Prólogo
Polanco es un héroe callado, de los que mueven los hilos de la historia sin ser vistos, de los que deciden cosas de importancia desde un segundo plano (…) hombres discretos y leales. Sin ellos no hubiera sido tan brillante y gloriosa la historia de numerosas personas e instituciones (…)

(…) secretario de san Ignacio, “su memoria y manos”. De las 7.000 cartas de Ignacio, todas (excepto las 175 primeras) se escribieron bajo la secretaría de Polanco, unas por comisión, otras por colaboración estrecha (…)

(…) los que lo trataron, empezando por san Ignacio, alabaron su prudencia, humildad, fidelidad y honradez, su trabajo incansable, su cortesía y su virtud (…)

« Si algo no puede faltar en un secretario
(…) es confianza y discreción »

Introducción
(…) amigo de la palabra; con ella tuvo que aprender a convivir, aprender a cuidarla, a manejarla con prudencia y atención, con cariño, eficacia y equilibrio ¡qué difícil! Aprender a decir lo justo de la mejor manera de las posibles. No quedarse corto en comunicar lo que la otra parte necesita, pero, sobre todo, no pasarse. Palabras. ¿Sólo palabras? Palabras que hay que escoger, pensar y ponderar, que organizar y ordenar, medir y saber pronunciar o escribir. Detrás de las palabras, siempre hay alguien que las elige y sitúa en su sitio para que la palabra tenga su efecto. Palabra que anima, que exhorta, que legisla y manda, que corrige o consuela, confirma o alienta, clarifica y aconseja. Palabra que obra, palabra que construye, palabra de arquitecto (…)

(…) dos años tardaba en llegar una carta a la India (…) el éxito de la expansión de la Compañía de Jesús (…) eficacia, regularidad y seriedad de la comunicación en el interior de la Compañía (…)

(…) en su sitio. Cuando había que aconsejar aconsejaba; cuando tocaba corregir, corregía; si tocaba mandar, mandaba y si había que reñir reñía (…)

«[si algo hay de bueno en el libro,
 antes pensaré que será de otro y no mío]
y [si hubiese faltas sabrán a quién dar la culpa[ii]

Detrás de los grandes gobernantes siempre hay un segundo de a bordo este puede ser puede un secretario como es el caso que nos ocupa hoy con Polanco, mentor como sería el caso de Aristóteles con Alejandro Magno, o  secretario de cámara y del Consejo de Estado de Felipe II  que fue el caso de Antonio Pérez.

La persona que está en la sombra del líder debe tener una gran talla humana, entrega, huella, impronta, carisma, etc. Fraguado en la humildad, hijo de la obediencia y amigo de la servidumbre verdadera para saber estar sin pretender destacar, siempre más pronto a asumir la culpa que a proyectarla, con conocimientos, capacidades, habilidades, don de gentes, amplia agenda, espíritu de sacrificio, gran energía para iniciar las empresas arduas, gran constancia en continuarlas, gran prudencia en dirigirlas a su fin (…), perseverante, abnegada, fiel, sistemática, dispuesto a renunciar al nombre propio ‘Compuesto en la Compañía de Jesús’.

Polanco fue el jesuita que permaneció más tiempo en puestos de gobierno (…) secretario, asistente, historiador, escritor, legislador, vicario, admonitor del general, teólogo de prestigio, profesor, administrador… todo ello bajo el mando de los tres primeros generales de la compañía de Jesús, creo humildemente que se puede aprender mucho de su figura.

«como buen soldado de Cristo
deseaba morir con las armas en la mano»

(…) capacidad para el puesto (…) “inteligencia clara, precisa, apta tanto para el análisis cuanto para la síntesis, y hábil para captar inmediatamente las implicaciones de una situación o de una doctrina, prodigiosamente organizadora y bien estructurada […] con sólida formación filosófica y teológica (…) pensamiento (…) organizador, sólidamente estructurado (…) fuerte sistematización de las facultades (…) notable claridad, precisión, método, capaz de largas atenciones y profundas reflexiones, y capta rápidamente las conexiones de un caso, de una situación, de un texto, apto tanto para el análisis como para la síntesis (…)

(…) la vital importancia de una Secretaria General bien organizada en una institución que se desarrolla de manera imparable y requería ya formas y criterios profesionales. El cargo no solamente demandaba orden, método, capacidad de trabajo, eficacia, habilidades políticas y disciplina, también unas virtudes personales tales como entrega, confianza, fidelidad, discreción obediencia, abnegación (…)

(…) desde cualquier rincón del planeta donde un jesuita pisaba por vez primera encontramos una carta, una instrucción, una patente, una recomendaciónorientación, animo, corrección y aliento, reproche o mandato.

(…) fue un hombre de palabra y de palabras (…) su principal misión consistió en gran medida en generar, favorecer, facilitar y mantener la comunicación (…)

(…) escribiendo organizaba, ordenaba, sugería, alentaba, animaba, corregía, exhortaba. Contribuyo enormemente a generar en la Compañía una cultura manuscrita e impresa, de letrados, de pobres pero instruidos (…)

(…) el confesor tenía que ser padre, juez y medico y, para desarrollar con competencia y con provecho para “las animas” estas tres facetas, el jesuita necesitaba estar bien formado.

En los textos se refleja el estilo y pensamiento de Polanco. Claro, directo, conciso, sin concesiones a la retórica (…)

(…) al secretario se le recomendaba soledad y quietud en una cámara apartada […] a la profesión de secretario conviene usar gravedad, honestidad y modestia en toda acción (…)

(…) le toco desde los comienzos fraguarse en la humildad. “el secretario era hijo de la obediencia y amigo de la servidumbre: ‘obedezca pues el secretario, que esta es su parte, como la se su señor es el mandar’” (…)

(…) Polanco decía de Ignacio: “[posee] en un grado extraordinario ciertos dones naturales de Dios: gran energía para iniciar empresas arduas, gran constancia en continuarlas y gran prudencia en dirigirlas a su fin (…)

«humildad verdadera para saber estar
sin pretender destacar»


Link de interés

«la vocación de todo jesuita
[es para discurrir

Recibid un cordial saludo


[i] Chronicon Societatis Iesu, 6 vols.
[ii] Epp VI, 167 y 206: Polanco y Diego Mirón (Roma, 17 de enero de 1554).

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