Estimad@s
amig@s:
“El número de imbéciles es infinito.”
Sinopsis
El conductor del tren
estaba nervioso, llevaba un minuto y medio de retraso, podía caerle una segunda
sanción en un mes. Para ganar tiempo aceleró, descarriló, y se produjo la mayor
catástrofe ferroviaria del Japón: más de 40 muertos y cerca de 300 heridos.
La empresa vive una doble
vida entre nuestras mezquindades cotidianas y los ingenuos discursos sobre la
competencia. El orgullo, la pereza, la rutina no aparecen en los libros, pero
pueblan nuestras oficinas. ¿Por qué empeñarse en que los directores tienen que
ser empáticos y simpáticos cuando la realidad es que tienden a ser exigentes y
algo despóticos? ¿No será que el paradigma desde el que los analizamos no es
correcto?
Vivir en la excelencia es
vivir en el error. Pensar en la incompetencia es aproximarse a la verdad. Y
disponerse con paz a luchar contra ella. No es realista aspirar a ser número
uno. No es verdad que si se quiere se puede, ni que lo que no se mide no se
puede gestionar. Hay que vivir con holguras, mejorar una habilidad al año,
equivocarse y aprender a trabajar lo peor posible. Lo mejor es enemigo de lo
bueno es la única verdad empresarial indiscutible.
Con fina ironía, la
gestión de incompetentes echa por tierra tópicos tan asentados como la
necesidad del cambio o la motivación. Los desmonta, no con un discurso cínico
que no deja títere con cabeza, sino que una vez caídos los ídolos, aparece el
dibujo original por debajo de las impurezas del lienzo. Dirigir por
incompetencias es una forma nueva de ver la realidad empresarial, tan
radicalmente nueva y tan real, que no es otra cosa que volver a lo de siempre,
aunque hace tiempo que hemos perdido el hábito de reconocerlo. Así, aunque
podemos hacer muchas cosas, no podemos hacerlas todas a la vez, y encima bien.
“Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.”
El subtítulo del nuevo
libro de Gabriel Ginebra es por qué nos volvemos incompetentes y cómo gestionarlo.
Aprovechando éste, lanzo una reflexión personal al aire ¿somos tan competentes como nos creemos?, o más bien es nuestro ego directivo engordado en los tiempos
de las vacas gordas, en lo que todo se vendía, compraba, amasaba, etc.
Querido Gabriel, no nos volvemos incompetentes,
es que nunca llegamos a ser competentes.
Estamos educados en la cultura del
triunfo. El mediocre no tiene sitio,
todos tenemos que ser estudiantes de sobresaliente, tener un MBA por la escuela
de negocios..., trabajado en alguna multinacional, llegar a ser CEO de… Los que
no han llegado, la sociedad los castiga llamándoles incompetentes.
Pero considero que hay
mucho incompetente competente y demasiados
competentes incompetentes, aupado
por o gracias a la titulitis y demás hierbas. Los primeros tienen que salir del “armario” y darse cuenta del
valor que pueden aportar en sus empresas y los segundos deben darse un baño de humildad,
reconocer sus carencias e intentar convertirlas en fortalezas.
“Si el necio aplaude, malo;
si el sabio calla, peor.”
Link de interes
“El liderazgo es cuestión de carácter.”
Recibid un cordial saludo
2 comentarios:
Gracias Javier por este regalo de fin de año. Me encantan tus destacados, que demuestran que cuando el sabio habla es lo mejor.
Coincido contigo con la idea de que nunca llegamos a ser auténticos competentes y también en la necesidad de no descorazonarse desmedidamente. Me preocupa especialmente esta sensación general de auto-descalificación, que acaba generando una fuga de talento. Vuelvo al "con estos bueyes hay que arar". Espero encontrarte en 2013. Saludos. Gabriel
Un placer Gabriel
“Con estos bueyes tengo que arar”, pues sí… esto es lo que tenemos.
Pero no por ello voy a dejar de luchar, intentar superarme día a día o hacer peor mi trabajo.
UN FUERTE ABRAZO
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