Estimad@s amig@s
Sinopsis
Un recorrido por la historia
de Occidente a través de sus mitos más destacados.
De sangre noble, Bartolomé
Spínola tuvo una larga y agitada vida. Su desembarco como hombre
de negocios
y posterior embajador de la República de Génova le abrió las puertas de la
Corte en Madrid, lugar que ya no abandonaría hasta su muerte. Caballero de la
Orden de Santiago y comendador de la Oliva, a los títulos y prebendas
simbólicas sumó poder verdadero, primero de manera privada como prestamista de
nobles y obispos y luego como factor general del rey Felipe IV.
La biografía de Álvarez Nogal,
máximo experto en España de historia económica abre una vía nueva para conocer
las crisis cíclicas del imperio español y la necesidad perenne de nuevos
préstamos.
«Si tu negocio
fracasa,
nadie recordara tu
nombre.
Si tu negocio tiene
éxito,
todos lo sabrán»[i]
Introducción
Cuando se observa el Museo
del Prado el bullicio y, a la vez, la solemnidad representada por la rendición
de Breda de Velázquez, es lógico preguntarse por las
circunstancias que condujeron a aquel encuentro (…) el genio militar de
Ambrosio Spínola hizo posible la victoria, pero ¿Cuánto costo aquella gesta
de la que el rey tanto quería presumir? ¿Quién pagó a los soldados y a sus
comandantes? ¿Cómo llegaron al campo de batalla, a más de mil seiscientos
kilómetros de Madrid, el oro y la plata imprescindibles para lograr aquel
triunfo? ¿Quién pagó a Velázquez la obra? (…)
(…) ¿Cómo funcionaba un
banco en el Madrid de la primera mitad del siglo XVII? (…) a todos los
banqueros, pero especialmente a los genoveses, dada su hegemonía e importancia,
se les considera unos delincuentes, un grupo de ricos y arrogantes extranjeros
que humillaban una y otra vez al rey de España y expoliaban las riquezas del
reino a base de cobrar grandes intereses (…)
(…) la importancia de
entender cuál era el negocio de los banqueros del rey, a que se dedicaban, cómo
gestionaban sus empresas, cuáles eran sus estrategias, sus dificultades, sus
logros, pero tambien sus riesgos y fracasos (…)
(…) los banqueros (…)
hicieron alarde de su ambición y, en muchas ocasiones, tambien de su falta de
escrúpulos, pero al mismo tiempo demostraron una extraordinaria inteligencia,
audacia y capacidad de innovación (…)
Antes de trabajar para el
rey, los banqueros debían demostrar su valía tratando como ahorradores,
inversores, pequeños comerciantes, eclesiásticos e incluso ministros y
oficiales reales (…)
(…) las dos partes en que
está dividido el libro. La
primera, de 1610 a 1626, estudia su etapa como banquero. Sus años de juventud,
sus primeras decisiones, sus errores y su aprendizaje en un ambiente de gran
incertidumbre. El destino no estaba escrito y sus metas eran ambiciosas. Esta
etapa termino bruscamente en 1626, precisamente cuando mejor le iba. Cerró
repentinamente su negocio y liquidó sus cuentas. La segunda parte del libro se
centra en su actividad como factor[ii]
general del rey entre 1627 y1644 . Después de diecisiete años de actividad privada,
de haberse labrado un nombre e incluso de amasar una pequeña fortuna, decidió
pasar al servicio del rey y cambiar su vida. Nunca dejo de ser un “hombre de
negocios”[iii],
pero desde entonces puso todas sus energías al servicio del rey a cambio de un
salario (…) no era posible defender los intereses del rey y los suyos propios
al mismo tiempo sin arriesgarse a terminar en la cárcel acusado de
malversación.
«El
dinero no tiene patria;
los
financieros carecen de patriotismo y de decencia;
su
único objetivo es ganar dinero»[iv]
Buen gobierno, credibilidad,
ética, transparencia, cercanía, comunicación, dejarse ver (…) una de sus
grandes aficiones: el teatro (…) las representaciones se habían convertido
en algo más que un mero pasatiempo. En torno a ellas giraba gran parte de la
vida política y representativa de la corte (…) —en la actualidad lo hemos
sustituido por eventos, reuniones donde se potencia el networking, actuación
diligente, lealtad para trabajar por un objetivo común que era dar servicio a la
corona —hoy diríamos a los grupos de interés[v],
ejemplaridad, liderazgo, gestión… ¿Qué diferencia a Bartolomé Spínola de la persona
de vértice de una empresa actual?
Carlos Álvarez Nogal
hace una descripción tan precisa del personaje y su contexto que es difícil no
hacer comparaciones entre la gestión de la banca real del siglo XVII y lo que
hoy en día es el gobierno de las compañías.
Defiendo la necesidad de buscar modelos de personas referentes, de las que poder aprender. Sin duda de la lectura de El banquero real extraeremos enseñanzas del modelo de gestión de Bartolomé Spínola.
« Las
oportunidades pequeñas son el
principio de las
grandes empresas »[vi]
(…) debían pedir permiso para
abandonar la Corte, aunque fuese temporalmente, y no siempre le era concedido. Su
crédito exigía estar disponible en todo momento y sus clientes, incluido el
propio monarca, querían tener bien localizados a sus banqueros, verlos a diario
si era posible y saber que su dinero e inversiones seguían a salvo.
(…) la ejemplaridad
se convirtió en uno de los objetivos de la renovada monarquía, recuperándose una
vieja orden de 1592, según la cual todos los miembros de los Consejos debían
presentar una relación jurada de su hacienda antes de tomar posesión del cargo
(…) evitar el enriquecimiento ilícito y las prácticas corruptas de quienes
trabajaban en la administración real (…)
(…) los gestores daban el
nombre a la compañía, porque en aquella época no había mejor carta de presentación,
ni mejor marca, que el nombre de la persona que se haría cargo del negocio.
La responsabilidad de los
gestores de una compañía de negocios era ilimitada. Todos los socios respondían
con su patrimonio en el caso de producirse perdidas (…)
(…) sin un marco regulador
adecuado, fue habitual que muchas compañías quebrasen cuando surgían rumores de
insolvencia (…)
(…) lo difícil era conseguir
crédito a un precio razonable, de forma regular y con la seguridad de que
dispondría de él en diferentes ciudades y monedas. Acudir directamente al
mercado implicaba para la Corona tener que negociar con muchos agentes a la vez
y delegar la transferencia del dinero en sus oficiales reales (…) si se acudía al
mercado, solo podía saber su coste al final del proceso, una vez realizados los
pagos y las transferencias (…) la firma de un contrato con el banquero le permitía
disponer de esa información por adelantado y planificar sus gastos (…)
(…) un comerciante podía llegar
a escribir hasta veinte cartas diarias y, dada la necesidad de mantener una
correspondencia fluida, el trabajo debía ser constante y sin interrupciones (…)
Dirigir una compañía financiera
en el Madrid del siglo XVII exigía estar presente continuamente en la ciudad (…)
todo desplazamiento era siempre un problema. Los correspondientes[vii]
y clientes de los banqueros querían tenerlos siempre localizados. Verlos en
persona, comprobar que gozaban de buena salud, que trabajaban y despachaban a
diario, atentos a cualquier novedad (…)
La existencia de una estructura
fuertemente centralizada, basada en la relación directa del gestor con sus
empleados y clientes, explica por qué las empresas de los banqueros tuvieron
tantos problemas a la hora de sobrevivir a sus dueños (…)
(…) no se trata únicamente de
capital humano o de “saber hacer”[viii],
sino también, y no menos importante, “saber con quién hacer”[ix]
(…) Bartolomé recopilaba continuamente datos relacionados con sus negocios[x],
pero también necesitaba saber quiénes eran realmente sus clientes, empleados y
colaboradores, y cómo se comportaban.
La puesta en marcha de cualquier
actividad mercantil o financiera en el Madrid de los Austria exigía inteligencia,
experiencia en el mundo del dinero y un gran don de gentes (…)
(…) un hombre de negocios debía
mostrarse especialmente escrupuloso a la hora de cumplir sus compromisos, tanto
aquellos en los que plasmaba su firma como en los meramente verbales (…) debía verse
reflejada su honestidad (…) poder labrarse un buen nombre, crear una marca,
dejar huella (…)
(…) diversificar no era una
estrategia más, sino la única forma de mantenerse a flote en un mar turbulento
(…) entre las operaciones de un banquero del rey, encontramos también la exportación
e importación de manufacturas, la especulación con materias primas, la concesión
de préstamos, la aceptación de depósitos, el cambio de monedas, la administración
patrimonial, la intermediación en el pago de impuestos, la inversión inmobiliaria
(…)
(…) no bastaba con tener ministros
de capa y espada o una legión de letrados poblando la Corte. Se necesitaban
expertos que supieran sacar partido a los enormes ingresos con los que aún
contaba la Corona.
(…) quería una gestión más eficaz
del dinero y no dudó en incorporar métodos propios de la gestión mercantil
privada, como la contabilidad por partida doble, renegando del opaco sistema de
cargo y data (…)
Asignarle un salario al
factor general era sencillo; lo difícil era encontrar con que pagarle (…)
Formar parte del gobierno de
la monarquía, estar rodeado de personas tan ávidas de poder como de halagos ponía
continuamente a prueba el temple de quienes ocupaban puestos de responsabilidad.
La opinión ajena era siempre frágil, efímera, y en muchos casos, falsos (…) la reputación
era como el cristal de una copa (…)
La sociedad de la época se
asentaba sobre la honra y la fama personal tanto como sobre la ofensa y la
injusticia ajena. Gozar de prestigio exigía contar con aliados, pero cualquier
apoyo tenia un precio (…)
(…) la rigidez del protocolo
era esencial para preservar el buen
gobierno y la convivencia política dentro de una Corte en la que confluían todo
tipo de personas con egos enormes e intereses contrapuestos (…)
(…) “los millones” era el
nombre que recibía uno de los ingresos más importantes de la monarquía en
aquella época (…)[xi]
Cuando Felipe IV llegó al
trono, en 1621, los intereses anuales de la deuda de la monarquía, acumulada después
de varios reinados, consumían casi íntegramente todos sus ingresos ordinarios (…)
deuda que la monarquía nunca había amortizado ni repudiado. La única opción que
le quedaba a Felipe IV para afrontar sus gastos era recurrir a ingresos
extraordinarios, aunque esto implicase enajenar su patrimonio.
(…) su abuelo y su propio
padre se habían enfrentado a algo similar en el pasado, pero ellos habían tenido
aún cierto margen de maniobra. Felipe II había logrado incrementar sus ingresos
ordinarios triplicando el valor de las alcabalas[xii]
y Felipe III había “crecido” los juros y acuñado grandes sumas de vellón (…)
«Los hombres
poderosos
tienen manos que
alcanzan lejos»[xiii]
Conclusiones
Desde joven siempre había
aspirado a triunfar (…) su ambición le llevó a ser un empresario capaz de
arriesgarlo todo en un momento dado, pero también un hábil político capaz de
involucrarse en tareas de gobierno y tomar decisiones. Si en las finanzas se
exigía que un banquero fuese perspicaz y supiese tratar con multitud de
personas, esas mismas cualidades eran imprescindibles para sobrevivir en la
Corte como ministro del rey.
(…) ¿Qué valor añadido
tenía para el rey? (…) los servicios que ofreció (…) aporto sus
conocimientos en el mundo del dinero y las finanzas (…) poner la experiencia
que había acumulado tras años de exitosa actividad en el ámbito privado al
servicio de la monarquía. Elaboró informes de todo tipo, propuso soluciones y
resolvió los principales problemas que fueron surgiendo a diario, mostrando
especialmente crítico con las decisiones adoptadas en política monetaria (…)
nunca dejo de reclamar libertad a la hora de realizar transacciones (…)
(…) la segunda gran
aportación (…) poner toda su organización empresarial de carácter privado al
servicio del rey (…)
(…) su tercera gran
aportación fue su propia reputación puesta al servicio de la monarquía (…)
pedía prestado para el rey de España poniendo su nombre en la operación. Renunciaba
a cualquier beneficio o comisión, pero respondía personalmente cuando llegaba
el momento de devolver el dinero (…) solo la confirmación de que Bartolomé iba
a encargarse de una factoría[xiv]
era suficiente, para que ese año muchos se animaran a firmar asientos[xv],
sabiendo que, si fallaba algún pago, allí estaría el genovés para suplir el
agujero con los fondos de su factoría (…)
(…) no se trataba tanto de
una cuestión de dinero como de contar con la persona adecuada, por su capacidad
de gestión, sus conocimientos, su capacidad para obtener y gestionar
información compleja y, sobre todo, por el prestigio del que gozaba en los
mercados y entre sus colegas. El éxito (…) no residió en el diseño del puesto,
sino en el empeño que puso este genovés por cumplir con su deber, aun a costa
de arriesgar tantas veces su patrimonio (…)
«El dinero sin medida
forma los nervios de
la guerra»[xvi]
Link de interés
• El
quehacer del director: Reflexiones sobre la dirección estratégica de
organizaciones
• Decisión
y acción Recuperando la sensatez: Drucker, Valls y Buffet
• Lo
que importa: Lecciones para la búsqueda de la excelencia
• Los
señores de las finanzas: Los cuatro hombres que arruinaron el mundo
«Dejadme emitir y
controlar el dinero de una nación
y no me importara quien dicte las leyes»[xvii]
ABRAZOTES
[ii] Factor: Agente comercial.
Normalmente tenia plenos poderes para tomar decisiones en la gestión de un
negocio, encargado por uno o varios socios capitalistas que no querían o podían
involucrarse en su gestión diaria.
[iii] “Hombre de negocios”, esas
tres palabras reconocían la capacidad de una persona para conceder crédito, aceptar
depósitos, realizar transferencias, y cambiar monedas (…) era una forma de
llamar a los grandes banqueros (…)
[iv] Napoleón Bonaparte
[v] Stackeholders
[vi] Demóstenes
[vii] Correspondientes: Dicho de un
miembro de una corporación: No numerario, que por lo general reside fuera de la
sede de esta y colabora con ella por correspondencia, con deberes y derechos
variables según los reglamentos de cada corporación
[viii] Know how
[ix] Know who
[x] Situación de la oferta y la demanda,
precios mercados…
[xi] Millones: contribución en dinero
del Reino reunido en Cortes al rey. Se concedían por una serie de años, que podían
renovarse. Tambien se le llamaba “servicio”. Para la población se trataba de un
impuesto que se recaudaba gravando los productos de alimentación de mayor
consumo: carne, vino, vinagre, aceite y jabón. Su recaudación se llevaba a cabo
por medio de sisas y la gestionaban las ciudades de Castilla.
― Sisas: Era la forma de cobrar millones. Aunque había
diversos métodos para reunir la suma establecida, era frecuente que el vendedor
redujese un porcentaje de la cantidad de un bien adquirido por el comprador,
sin modificar el precio.
[xii] Alcabala: Impuesto que grababa
un 10% todas las transacciones en la época. Era una especie de IVA de aquella época.
Sin embargo, aunque en teoría era un impuesto indirecto, en muchos lugares se
había convertido en una contribución directa.
[xii] William Shakespeare
[xiv] Factoría: Contrato para
prestar dinero al rey a corto plazo. Era similar al asiento, pero con costes
variables en función de la situación del mercado en cada momento. La corona
asumía íntegramente los gastos de la provisión del dinero.
[xv] Asiento: Es el termino
habitual para hablar de un contrato porque en él se asentaban o establecían una
serie de condiciones entre las dos partes. Para los banqueros este término
significaba también una forma de prestar dinero a corto plazo, con todos los
gastos, beneficios y condiciones cerrados desde el momento de la firma.
[xvi] Cicerón
[xvii] Mayer Amschel Rothschild
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