lunes, 3 de octubre de 2022

El banquero real: Bartolomé Spínola y Felipe IV

Estimad@s amig@s

Sinopsis

Un recorrido por la historia de Occidente a través de sus mitos más destacados.

De sangre noble, Bartolomé Spínola tuvo una larga y agitada vida. Su desembarco como hombre de negocios y posterior embajador de la República de Génova le abrió las puertas de la Corte en Madrid, lugar que ya no abandonaría hasta su muerte. Caballero de la Orden de Santiago y comendador de la Oliva, a los títulos y prebendas simbólicas sumó poder verdadero, primero de manera privada como prestamista de nobles y obispos y luego como factor general del rey Felipe IV.

La biografía de Álvarez Nogal, máximo experto en España de historia económica abre una vía nueva para conocer las crisis cíclicas del imperio español y la necesidad perenne de nuevos préstamos.

 

«Si tu negocio fracasa,

nadie recordara tu nombre.

Si tu negocio tiene éxito,

todos lo sabrán»[i]

 

Introducción

Cuando se observa el Museo del Prado el bullicio y, a la vez, la solemnidad representada por la rendición de Breda de Velázquez, es lógico preguntarse por las circunstancias que condujeron a aquel encuentro (…) el genio militar de Ambrosio Spínola hizo posible la victoria, pero ¿Cuánto costo aquella gesta de la que el rey tanto quería presumir? ¿Quién pagó a los soldados y a sus comandantes? ¿Cómo llegaron al campo de batalla, a más de mil seiscientos kilómetros de Madrid, el oro y la plata imprescindibles para lograr aquel triunfo? ¿Quién pagó a Velázquez la obra? (…)

 

(…) ¿Cómo funcionaba un banco en el Madrid de la primera mitad del siglo XVII? (…) a todos los banqueros, pero especialmente a los genoveses, dada su hegemonía e importancia, se les considera unos delincuentes, un grupo de ricos y arrogantes extranjeros que humillaban una y otra vez al rey de España y expoliaban las riquezas del reino a base de cobrar grandes intereses (…)

 

(…) la importancia de entender cuál era el negocio de los banqueros del rey, a que se dedicaban, cómo gestionaban sus empresas, cuáles eran sus estrategias, sus dificultades, sus logros, pero tambien sus riesgos y fracasos (…)

(…) los banqueros (…) hicieron alarde de su ambición y, en muchas ocasiones, tambien de su falta de escrúpulos, pero al mismo tiempo demostraron una extraordinaria inteligencia, audacia y capacidad de innovación (…)

 

Antes de trabajar para el rey, los banqueros debían demostrar su valía tratando como ahorradores, inversores, pequeños comerciantes, eclesiásticos e incluso ministros y oficiales reales (…)

 

(…) las dos partes en que está dividido el libro. La primera, de 1610 a 1626, estudia su etapa como banquero. Sus años de juventud, sus primeras decisiones, sus errores y su aprendizaje en un ambiente de gran incertidumbre. El destino no estaba escrito y sus metas eran ambiciosas. Esta etapa termino bruscamente en 1626, precisamente cuando mejor le iba. Cerró repentinamente su negocio y liquidó sus cuentas. La segunda parte del libro se centra en su actividad como factor[ii] general del rey entre 1627 y1644 . Después de diecisiete años de actividad privada, de haberse labrado un nombre e incluso de amasar una pequeña fortuna, decidió pasar al servicio del rey y cambiar su vida. Nunca dejo de ser un “hombre de negocios”[iii], pero desde entonces puso todas sus energías al servicio del rey a cambio de un salario (…) no era posible defender los intereses del rey y los suyos propios al mismo tiempo sin arriesgarse a terminar en la cárcel acusado de malversación.

 

«El dinero no tiene patria;

los financieros carecen de patriotismo y de decencia;

su único objetivo es ganar dinero»[iv]

 

Buen gobierno, credibilidad, ética, transparencia, cercanía, comunicación, dejarse ver (…) una de sus grandes aficiones: el teatro (…) las representaciones se habían convertido en algo más que un mero pasatiempo. En torno a ellas giraba gran parte de la vida política y representativa de la corte (…) —en la actualidad lo hemos sustituido por eventos, reuniones donde se potencia el networking, actuación diligente, lealtad para trabajar por un objetivo común que era dar servicio a la corona —hoy diríamos a los grupos de interés[v], ejemplaridad, liderazgo, gestión… ¿Qué diferencia a Bartolomé Spínola de la persona de vértice de una empresa actual?

 

Carlos Álvarez Nogal hace una descripción tan precisa del personaje y su contexto que es difícil no hacer comparaciones entre la gestión de la banca real del siglo XVII y lo que hoy en día es el gobierno de las compañías.

 

Defiendo la necesidad de buscar modelos de personas referentes, de las que poder aprender. Sin duda de la lectura de El banquero real extraeremos enseñanzas del modelo de gestión de Bartolomé Spínola.

« Las oportunidades pequeñas son el

principio de las grandes empresas »[vi]

 

(…) debían pedir permiso para abandonar la Corte, aunque fuese temporalmente, y no siempre le era concedido. Su crédito exigía estar disponible en todo momento y sus clientes, incluido el propio monarca, querían tener bien localizados a sus banqueros, verlos a diario si era posible y saber que su dinero e inversiones seguían a salvo.

 

(…) la ejemplaridad se convirtió en uno de los objetivos de la renovada monarquía, recuperándose una vieja orden de 1592, según la cual todos los miembros de los Consejos debían presentar una relación jurada de su hacienda antes de tomar posesión del cargo (…) evitar el enriquecimiento ilícito y las prácticas corruptas de quienes trabajaban en la administración real (…)

 

(…) los gestores daban el nombre a la compañía, porque en aquella época no había mejor carta de presentación, ni mejor marca, que el nombre de la persona que se haría cargo del negocio.

 

La responsabilidad de los gestores de una compañía de negocios era ilimitada. Todos los socios respondían con su patrimonio en el caso de producirse perdidas (…)

 

(…) sin un marco regulador adecuado, fue habitual que muchas compañías quebrasen cuando surgían rumores de insolvencia (…)

 

(…) lo difícil era conseguir crédito a un precio razonable, de forma regular y con la seguridad de que dispondría de él en diferentes ciudades y monedas. Acudir directamente al mercado implicaba para la Corona tener que negociar con muchos agentes a la vez y delegar la transferencia del dinero en sus oficiales reales (…) si se acudía al mercado, solo podía saber su coste al final del proceso, una vez realizados los pagos y las transferencias (…) la firma de un contrato con el banquero le permitía disponer de esa información por adelantado y planificar sus gastos (…)

 

(…) un comerciante podía llegar a escribir hasta veinte cartas diarias y, dada la necesidad de mantener una correspondencia fluida, el trabajo debía ser constante y sin interrupciones (…)

 

Dirigir una compañía financiera en el Madrid del siglo XVII exigía estar presente continuamente en la ciudad (…) todo desplazamiento era siempre un problema. Los correspondientes[vii] y clientes de los banqueros querían tenerlos siempre localizados. Verlos en persona, comprobar que gozaban de buena salud, que trabajaban y despachaban a diario, atentos a cualquier novedad (…)

La existencia de una estructura fuertemente centralizada, basada en la relación directa del gestor con sus empleados y clientes, explica por qué las empresas de los banqueros tuvieron tantos problemas a la hora de sobrevivir a sus dueños (…)

 

(…) no se trata únicamente de capital humano o de “saber hacer”[viii], sino también, y no menos importante, “saber con quién hacer”[ix] (…) Bartolomé recopilaba continuamente datos relacionados con sus negocios[x], pero también necesitaba saber quiénes eran realmente sus clientes, empleados y colaboradores, y cómo se comportaban.

 

La puesta en marcha de cualquier actividad mercantil o financiera en el Madrid de los Austria exigía inteligencia, experiencia en el mundo del dinero y un gran don de gentes (…)

(…) un hombre de negocios debía mostrarse especialmente escrupuloso a la hora de cumplir sus compromisos, tanto aquellos en los que plasmaba su firma como en los meramente verbales (…) debía verse reflejada su honestidad (…) poder labrarse un buen nombre, crear una marca, dejar huella (…)

 

(…) diversificar no era una estrategia más, sino la única forma de mantenerse a flote en un mar turbulento (…) entre las operaciones de un banquero del rey, encontramos también la exportación e importación de manufacturas, la especulación con materias primas, la concesión de préstamos, la aceptación de depósitos, el cambio de monedas, la administración patrimonial, la intermediación en el pago de impuestos, la inversión inmobiliaria (…)

 

(…) no bastaba con tener ministros de capa y espada o una legión de letrados poblando la Corte. Se necesitaban expertos que supieran sacar partido a los enormes ingresos con los que aún contaba la Corona.

 

(…) quería una gestión más eficaz del dinero y no dudó en incorporar métodos propios de la gestión mercantil privada, como la contabilidad por partida doble, renegando del opaco sistema de cargo y data (…)

 

Asignarle un salario al factor general era sencillo; lo difícil era encontrar con que pagarle (…)

 

Formar parte del gobierno de la monarquía, estar rodeado de personas tan ávidas de poder como de halagos ponía continuamente a prueba el temple de quienes ocupaban puestos de responsabilidad. La opinión ajena era siempre frágil, efímera, y en muchos casos, falsos (…) la reputación era como el cristal de una copa (…)  

La sociedad de la época se asentaba sobre la honra y la fama personal tanto como sobre la ofensa y la injusticia ajena. Gozar de prestigio exigía contar con aliados, pero cualquier apoyo tenia un precio (…)

 

(…) la rigidez del protocolo era esencial para preservar el buen gobierno y la convivencia política dentro de una Corte en la que confluían todo tipo de personas con egos enormes e intereses contrapuestos (…)

 

(…) “los millones” era el nombre que recibía uno de los ingresos más importantes de la monarquía en aquella época (…)[xi]

 

Cuando Felipe IV llegó al trono, en 1621, los intereses anuales de la deuda de la monarquía, acumulada después de varios reinados, consumían casi íntegramente todos sus ingresos ordinarios (…) deuda que la monarquía nunca había amortizado ni repudiado. La única opción que le quedaba a Felipe IV para afrontar sus gastos era recurrir a ingresos extraordinarios, aunque esto implicase enajenar su patrimonio.

(…) su abuelo y su propio padre se habían enfrentado a algo similar en el pasado, pero ellos habían tenido aún cierto margen de maniobra. Felipe II había logrado incrementar sus ingresos ordinarios triplicando el valor de las alcabalas[xii] y Felipe III había “crecido” los juros y acuñado grandes sumas de vellón (…)

 

«Los hombres poderosos

tienen manos que alcanzan lejos»[xiii]

 

Conclusiones

Desde joven siempre había aspirado a triunfar (…) su ambición le llevó a ser un empresario capaz de arriesgarlo todo en un momento dado, pero también un hábil político capaz de involucrarse en tareas de gobierno y tomar decisiones. Si en las finanzas se exigía que un banquero fuese perspicaz y supiese tratar con multitud de personas, esas mismas cualidades eran imprescindibles para sobrevivir en la Corte como ministro del rey.

 

(…) ¿Qué valor añadido tenía para el rey? (…) los servicios que ofreció (…) aporto sus conocimientos en el mundo del dinero y las finanzas (…) poner la experiencia que había acumulado tras años de exitosa actividad en el ámbito privado al servicio de la monarquía. Elaboró informes de todo tipo, propuso soluciones y resolvió los principales problemas que fueron surgiendo a diario, mostrando especialmente crítico con las decisiones adoptadas en política monetaria (…) nunca dejo de reclamar libertad a la hora de realizar transacciones (…)

(…) la segunda gran aportación (…) poner toda su organización empresarial de carácter privado al servicio del rey (…)

(…) su tercera gran aportación fue su propia reputación puesta al servicio de la monarquía (…) pedía prestado para el rey de España poniendo su nombre en la operación. Renunciaba a cualquier beneficio o comisión, pero respondía personalmente cuando llegaba el momento de devolver el dinero (…) solo la confirmación de que Bartolomé iba a encargarse de una factoría[xiv] era suficiente, para que ese año muchos se animaran a firmar asientos[xv], sabiendo que, si fallaba algún pago, allí estaría el genovés para suplir el agujero con los fondos de su factoría (…)

 

(…) no se trataba tanto de una cuestión de dinero como de contar con la persona adecuada, por su capacidad de gestión, sus conocimientos, su capacidad para obtener y gestionar información compleja y, sobre todo, por el prestigio del que gozaba en los mercados y entre sus colegas. El éxito (…) no residió en el diseño del puesto, sino en el empeño que puso este genovés por cumplir con su deber, aun a costa de arriesgar tantas veces su patrimonio (…)

 

«El dinero sin medida

forma los nervios de la guerra»[xvi]

 

El banquero real

Bartolomé Spínola y Felipe IV

Carlos Alvarez Nogal

Turner


Link de interés

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Decisión y acción Recuperando la sensatez: Drucker, Valls y Buffet

Lo que importa: Lecciones para la búsqueda de la excelencia

Los señores de las finanzas: Los cuatro hombres que arruinaron el mundo

 

«Dejadme emitir y controlar el dinero de una nación

 y no me importara quien dicte las leyes»[xvii]

 

ABRAZOTES


[ii] Factor: Agente comercial. Normalmente tenia plenos poderes para tomar decisiones en la gestión de un negocio, encargado por uno o varios socios capitalistas que no querían o podían involucrarse en su gestión diaria.

[iii]Hombre de negocios”, esas tres palabras reconocían la capacidad de una persona para conceder crédito, aceptar depósitos, realizar transferencias, y cambiar monedas (…) era una forma de llamar a los grandes banqueros (…)

[iv] Napoleón Bonaparte

[v] Stackeholders

[vi] Demóstenes

[vii] Correspondientes: Dicho de un miembro de una corporación: No numerario, que por lo general reside fuera de la sede de esta y colabora con ella por correspondencia, con deberes y derechos variables según los reglamentos de cada corporación

[viii] Know how

[ix] Know who

[x] Situación de la oferta y la demanda, precios mercados…

[xi] Millones: contribución en dinero del Reino reunido en Cortes al rey. Se concedían por una serie de años, que podían renovarse. Tambien se le llamaba “servicio”. Para la población se trataba de un impuesto que se recaudaba gravando los productos de alimentación de mayor consumo: carne, vino, vinagre, aceite y jabón. Su recaudación se llevaba a cabo por medio de sisas y la gestionaban las ciudades de Castilla.

Sisas: Era la forma de cobrar millones. Aunque había diversos métodos para reunir la suma establecida, era frecuente que el vendedor redujese un porcentaje de la cantidad de un bien adquirido por el comprador, sin modificar el precio.

[xii] Alcabala: Impuesto que grababa un 10% todas las transacciones en la época. Era una especie de IVA de aquella época. Sin embargo, aunque en teoría era un impuesto indirecto, en muchos lugares se había convertido en una contribución directa.

[xii] William Shakespeare

[xiv] Factoría: Contrato para prestar dinero al rey a corto plazo. Era similar al asiento, pero con costes variables en función de la situación del mercado en cada momento. La corona asumía íntegramente los gastos de la provisión del dinero.

[xv] Asiento: Es el termino habitual para hablar de un contrato porque en él se asentaban o establecían una serie de condiciones entre las dos partes. Para los banqueros este término significaba también una forma de prestar dinero a corto plazo, con todos los gastos, beneficios y condiciones cerrados desde el momento de la firma.

[xvi] Cicerón

[xvii] Mayer Amschel Rothschild

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